martes, 30 de agosto de 2011

REGALO DE REYES (Ficción)

Amanece un nuevo día pero no es como lo demás, no es un día cualquiera, es 6 de enero el día más especial para todos los niños y los que nos sentimos como tal.
Hoy a pesar de la edad que tengo he salido corriendo como cuando era pequeño al salón. Todas las ilusiones se me desmoronaron cuando vi que no había nada, que Melchor, Gaspar y Baltasar tampoco se han acordado de mí este año.
Es lo normal me dije, vivo en la más cruenta soledad desde que ella se fue, nadie  va a regalarme nada. Tras la mala noticia de comprobar que los reyes no existen si no tienes a nadie que ejerza de ellos y te compren algo, me fui al baño, llené la bañera hasta los bordes y decidí regalarme algunas horas inmerso en agua caliente.
Dos horas y media después bajé a la calle y como siempre el mal rollo de que no me hubieran regalado nada se me pasó cuando vi a multitud de niños jugando en las calles con todo aquello que los de oriente les habían traído.  Así pase un par de horas, haciendo mía la alegría de los más pequeños que incluso sin conocerme se acercaban a enseñarme sus flamantes juguetes. Decidí dar un paseo, maldita sea la hora en que lo hice, me fui a mi antiguo barrio, aquel en el que vivía con mi ex mujer antes de la separación. Me quedé un momento mirando la que era nuestra casa que ahora es la suya. De repente vi un hombre de mi misma edad más o menos que llamaba a la puerta, mi ex mujer salió a abrir y el tipo le regaló un inmenso ramo de flores, regalo que fue contestado con un apasionado beso por parte de la que un día me juró amor eterno.
En un primer momento sentí algo de rabia pero minutos después hasta me alegré de que al menos ella fuera feliz y superara el dolor que supone romper con una relación. Sin más, saque un cigarrillo, me seque alguna lagrimilla que se escapó sin permiso y me fui de nuevo para el zulo en el que ahora vivo. Ya en casa sonó el teléfono y rápidamente lo descolgué. Fue una corazonada,  pensé que era ella quien llamaba para quizás preguntar cómo estaba o algo así. No, no soy tan importante, no era mi ex, era mi madre que como es natural nunca te abandona y me dijo que fuera a casa a recoger el detallito que me había comprado. Yo sabía a ciencia cierta que un año más me había comprado la colonia de todos los años pero la verdad, esa puñetera fragancia que me olía a horrores, fue para mí este año una bendición pues me hizo separarme durante algunos minutos de mi soledad maldita.
Llegada la tarde me encontraba en casa viendo la televisión y adorando el frasco de colonia que me regaló mi madre, mi único regalo, mientras de fondo escuchaba el ruido de niños que jugaban en la calle. En medio de mi agobio me fui a la habitación y cogí esa caja de galletas enorme en la que guardo un millón de fotografías, sin duda estaba dispuesto a ahogarme entre recuerdos que solo me hacen daño. Observé detenidamente esas fotos en las que aparecía con mi ex pareja, fotos con caras sonrientes que me hacían pensar en tiempos mejores. En medio de esta terapia masoquista sonó el timbre de mi casa y la verdad es que me quedé bastante perplejo pues… aparte de mi madre, creía que yo no existía para nadie. Al abrir la puerta me encontré con algo esperpéntico, un tipo vestido de Rey Baltasar me entrega un paquete que llevaba adherido una nota. Tras darle una propina al improvisado mago, me mataba la curiosidad de saber quien se habría acordado de mi en un día tan especial como este. Abrí la nota y el texto ponía lo siguiente: ¨Estas fechas tan especiales me han hecho pensar mucho. Puede que hayamos tenido algunas desavenencias pero creo que en el fondo ambos nos queremos y no soportamos estar el uno sin el otro. Creo, si tu quieres, que podríamos volver a empezar y demostrar al mundo que nuestro amor, aquel que surgió hace tantos años, puede superar cualquier crisis. Te quiero, si tu sientes lo mismo abre el regalo. Firmado: Teresa¨.
Las últimas líneas de ese papel casi no pude leerlas porque las lágrimas se me desbocaron de tal manera que veía todo borroso. Al abrir el paquete,  descubrí algo impresionante en el interior, un chupete de bebé. Desde que lo dejamos hace 4 meses, estaba embarazada.
Salí corriendo como alma que lleva el diablo y al llegar a su casa, nuestra casa, el temblor de mis manos producido por los nervios no me dejaba llamar al timbre. Golpeé la puerta y salió ella, sin cruzar palabra nos fundimos en un cálido y apasionado beso que reparaba el daño que nos habíamos hecho el uno al otro. Entonces recordé, y aunque no me importaba en absoluto le dije: ¨Pero yo esta mañana vi que te fundías en un beso con otro hombre¨ pero ella me contestó que el beso, en contra de lo que pensaba yo, había sido de lo más casto y se lo dio a un compañero suyo que fue a comprarle mi regalo, ¡lo que son las cosas! Al final los dos nos moríamos de la risa y nos pusimos a recordar lo duro que había sido estar estos meses separados mientras nos jurábamos que nunca más nos volvería a ocurrir.
Esta es la historia de un hombre que en un mismo día experimentó todo tipo de sensaciones. Pasó de ser un hombre solo y hundido, del que nadie se acordaba en un día tan especial, a ser el hombre más afortunado del mundo y recibir el más bello de los regalos que puede ofrecerle una mujer, un hijo. Sin duda, los Reyes Magos existen y no sólo llenan de ilusión a los niños.

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