sábado, 10 de septiembre de 2011

UN MAL SUEÑO

Estaba en casa y el corazón me dio un vuelco, oí un inmenso estruendo que se asemejaba a aquellos barrenos  que antaño se dinamitaban en la mina. Salí corriendo a la puerta de casa para ver si había  humo como antaño  allá por las inmediaciones del cerro colorado, pero no, no había ni rastro de humo y nadie de aquellos que pasaban por las calles comentaban nada de ese estruendo que yo escuché.
Por un momento pensé que la mina había vuelto  a lo que otrora fue, ese generador de ruidos que acompañó el crecimiento de la gente de mi edad y que fue el sustento de tantas y tantas generaciones que, aun no gozando de todas las comodidades de hoy en día, vivían mejor que nosotros porque tenía un trabajo que les aseguraba el llevar una casa con dignidad.
La mina estaba dormida, como siempre. ¨Me lo habré soñado yo, esta claro¨, pensé sin darle más importancia, pero de repente, cuando estaba en el baño, otra vez escuché ese estruendo de antes, ese sonido que a pesar de tantos años sin producirse tan familiar me era. Otra vez salí corriendo rápido a la puerta de casa y otra vez lancé la mirada al cerro colorado  gritando... ¨¡Lo ven, lo ven como si que la mina está en funcionamiento!¨.
Pero me quedé atónito. Otra vez la gente pasaba por las calles como auténticos autómatas que no percibían nada de lo que yo había oído. Otra vez, por más que agudizaba la vista no se veía el más mínimo rastro de humo en la calle, no había ningún indicio que hiciera pensar que lo que yo había oído era cierto, que la mina estaba en plena vorágine productiva.
Tras aquello me quedé pensativo y trataba de buscar una explicación a todo lo que estaba ocurriendo. Yo sabía que había oído aquellos barrenos, pero cuando lo decía a la gente que pasaba por allí me tomaban por loco e incluso hubo quien me miró como dando a entender que yo estaba borracho o algo parecido.
Incluso hubo quien dijo, ¨Si hubiera sido un barreno, además de que lo hubiéramos oído todos veríamos los rastros del humo tal y como ocurría antes¨, dijo un señor que ya de paso aprovechó para contarme alguna batallita de cuando él, precisamente, era barrenero en la mina.
La verdad es que yo no escuché nada de lo que comentaba aquel señor y me seguía resistiendo a que todo aquello fuera producto de mi imaginación.  Salí al centro del pueblo, pregunté a todas las personas que me iba encontrando y todos me decían lo mismo, nadie había oído nada, incluso algunos se reían y me decían que, no solo no habían escuchado los barrenos, sino que jamás los volverían a oír porque la mina ya era solo una especie de museo sordo que se pudre en el tiempo.
Lejos de darme por vencido no me lo pensé dos veces y me fui a las instalaciones mineras. Quise comprobar de primera mano que verdaderamente yo estaba equivocado. Me paré en la zona del mirador y con unos prismáticos trataba de encontrar algún movimiento, algún indicio de que había actividad en la mina, aunque solo el sepulcral silencio, roto únicamente por el paso de algún que otro coche en dirección a la sierra, ya era un claro indicador de que, efectivamente,  lo que yo había vivido fue un sueño, pues la mina estaba dormida, luciendo su más fantasmagórica imagen, sumida en el más desesperante letargo que era también el letargo de una comarca que moría sin más por no tener visos de futuro.
De vuelta a casa seguía pensando en aquellos barrenos que escuché. Había sido todo tan real que, aunque había comprobado con mis propios ojos que la mina yacía inerte, me resistia a aceptarlo. De repente sentí un fuerte golpe por detrás que me echo fuera de la carretera. Sin poderlo evitar me iba contra una de las paredes de la trinchera y aunque intenté controlar el coche por todos los medios, solo conseguí dar un volantazo que hizo que me metiera en el carril contrario por donde venía un inmenso camión cuyo claxón era la señal que anunciaba una tragedia inevitable.
En ese momento...¡Desperté!
Sí, todo había sido un mal sueño y me encontraba sudoroso en la cama pero absolutamente ileso. En ese momento escuché un barreno. Salí corriendo como alma que lleva el diablo y...¡Sí señor!, se veía la inmensa columna de humo por el cerro colorado. En todos los sentidos todo lo vivido había sido un mal sueño. La mina estaba como siempre, en pleno apogeo, siendo  el auténtico titán que sustenta esta comarca. Todo había sido una fatal pesadilla de la que afortunadamente desperté.

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