sábado, 18 de junio de 2011

RECORDANDO...


 ¨Retratando al pintor¨.

Antonio León Ruiz, pura  filosofía de vida. Arte, duende y personalidad para regalar.




¨En la vida hay que tener sello, aunque sea de correo.¨ Esa mítica frase, esbozada en muchas ocasiones por Camarón de la Isla, uno de los grandes genios que derramaba duende e impronta a borbotones, es una frase que sirve para identificar a muchas personas capaces de, en tan solo unos minutos, transmitirte que tienen algo especial, un don natural que les convierte en hacedores de sueños sin sembrar más cátedra que la de sus propias vivencias, gente con la que descubres que la vida tiene un sentido y un color especial. Por eso, una vez más, he tenido que dejar claro que, para escribir de Antonio León Ruiz, quizás yo no sea el más adecuado, por ello quiero hacerlo de forma diferente, no quiero hacer un currículum de Antonio, quiero plasmar en este papel lo que siento cada vez que he hablado con él, lo que me desprende su persona, la forma en que yo le veo.
Nació en Nerva un 23 de septiembre de 1949, por lo que se deduce que alguna estrechez habrá pasado Antonio en aquellos tiempos difíciles, algo que le habrá servido también como experiencia imborrable que se aparca pero no se olvida.  
En el tiempo vivido por Antonio, sus ojos han ido contemplando cómo ha sido la transformación de nuestro entorno, por lo que sin duda, muchos de sus cuadros son como una mirada retrospectiva de los rincones y personas de entonces.
Antonio es de esos tipos que merece la pena conocer, porque con él te puedes empapar de una filosofía enriquecedora y auténtica, de esas que curten de sensibilidad cada poro de la piel.
Cuando ves pintar a Antonio, te das cuenta de que el mundo se detiene, que podrían decirte en ese momento que el edificio se está cayendo y no hacer ni el más mínimo aspaviento por no perderte lo que hace. Cada trazo es un puñado de experiencia y seguridad que se implanta en el lienzo con la certeza de lo categórico, cada cuadro es una criatura que sale de sus manos, esas manos capaces de entender y realizar lo que siente su corazón y su mente. Cada explicación de Antonio, cada palabra, es un versículo grabado con letras de oro en la biblia de la autenticidad. Así es este hombre, una persona que hasta camina a golpes de sentimientos, alguien para quien, hasta lo más insignificante, puede ser motivo de poesía pictórica o escultura de colores que se esculpe a golpe de corazón con la imborrable huella de la eternidad.
A veces, cuando uno está un poco cabizbajo y pierde el norte de las cosas o se deja embargar por la rutina, debería hacer un gran ejercicio que supondría un importante acicate en su vida, tomarse un café con Antonio, mientras Antonio se toma un ¨cacharro¨ de los suyos. De esa forma, vería como después de algunos minutos, todo luciría de distinta manera, comprendería que la vida es algo bello, un privilegio que se nos da y que, a veces, demasiadas quizás, nos preocupamos más de malvivir que de vivir.
A este singular artista de Nerva, que lo es, nunca le han gustado las alabanzas. Creo que  un gran ejemplo de su forma de ser y de su humildad, se refleja en su reacción cuando alguien le llama pintor. ¨Pintor es mucho, esa palabra significa muchas cosas, yo soy alguien que le gusta esto, pero no me considero pintor¨, así se expresa Antonio cuando quiere darte a entender que, por muchos años que se lleve en esto, siempre se aprende algo nuevo en este terreno pues,  como en todas las artes, nunca se deja de descubrir cosas.
El es maestro de profesión y desde luego, a mi modo de ver, no podía haberle dado la vida otra mejor ocupación,  porque todos esos sentimientos y entendimientos que Antonio lleva dentro, debe ser algo de lo que se empapen los más pequeños.
A veces he visto a niños revueltos formando tumulto, cosa normal en los niños, pero cuando llega Antonio,  hace que su voz sea un bálsamo y les deja cautivados con cualquier cosa que les diga, sin necesidad de gritos, ni reprimendas ni nada por el estilo.
Nuestro protagonista también ha tenido la capacidad o la suerte de poder unir la enseñanza con su vena artística, siendo profesor en la escuela de pintura desde que esta empezó a andar. Ese es su otro mundo, la escuela de pintura, el rinconcito en el que derrama su forma de ver el arte para que sirva como primer boceto a quienes se acercan allí buscando en la pintura esa válvula de escape y la rienda suelta de la imaginación que nunca coarta a nadie.
El sabe lo que ha de darle a cada alumno que se acerca a la escuela de pintura. Con solo un trazo, Antonio ya sabe las posibilidades de cada uno y como hacer que se sienta a gusto, evolucione y no se desencante. Más de un alumno, ha quedado ensimismado cuando después de tener un cuadro casi terminado, ha llegado Antonio y con dos sutiles toques, la obra ha cobrado un brillo especial y un movimiento inimaginable.
Antonio ha tenido dentro de su faceta como pintor una cualidad especial para el retrato.
El sabe marcar con sus trazos la personalidad de quien está pintando, pero sobre todo, cada obra de Antonio es un espacio o ventana abierta en la que se puede apreciar el movimiento infinito, la profundidad, el equitativo reparto de los colores y los pequeños matices que dan grandiosidad a los retratos, marinas, paisajes, escenas rurales y demás.
Cuando veo pintar a Antonio, ¡Me muero!, porque me parece algo sobrenatural comprobar cómo, con un simple toque en lo imperceptible, todo tiene un sentido distinto.
Ha pintado a lo largo de su vida cientos de cuadros. Ha sido protagonista de innumerables exposiciones en  Nerva, así como en lugares emblemáticos de la provincia de Sevilla y Huelva.
Cualquiera que se precie de amar la cultura y la pintura, seguro que tiene algún lienzo de Antonio León en casa, porque además de los otros grandes nombres de artistas locales, entre los que se encuentra también su hermano Mario y su hija Elena, el ha sido siempre y será, el pintor más popular, él que llega a todos.
Durante mucho tiempo y como producto de la valentía de Antonio, hombre sin conservantes ni colorantes, pudimos disfrutar en la televisión municipal de cómo él, era capaz de hacer en un rato algo maravilloso. Aquello ha sido de los momentos más vistos en la televisión local, pero quiero que todo el mundo sepa que para este que escribe, supuso una de las más gratificantes experiencias de mi vida, era el mejor método para relajarme y olvidarme de los duros avatares que tiene la vida.
Así veo yo a este artista y amante de las artes en todas sus vertientes, el hombre que para pintar se empapa de el desgarro de Camarón, la guitarra de Paco de Lucía o la voz de ¨El Lebrijano¨, un ejemplo más de la categoría de un hombre con una sensibilidad y una personalidad incombustibles.
Antonio León Ruiz, el pintor de todos.

Javier Campos: Revista Nervae 2008 

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