martes, 1 de noviembre de 2011

DÍA DE LOS DIFUNTOS

Una vez más, este inmenso rio de recuerdos silencioso cobra un brillo especial, un aire de tumultuoso ir y venir, sensaciones y tristezas acompañadas de miradas que se cruzan, personas que hablan de personas que ya no están.

Poco o nada sale de los labios de la gente que viene a este vergel de cuerpos que se fueron para no volver más. Es un día en el que la mayor expresividad se denota de los ojos llorosos de aquel que aun no se ha acostumbrado a vivir sin quien fue su todo.

Las flores, ese preciado tesoro de diversos colores que evocan alegría, cumplen hoy una misión distinta, la de arropar y llevar el cariño de aquellos que sienten, a quienes supuestamente no sienten, pero sabemos que no nos olvidan.

Hoy todo es diferente en el huerto de las desilusiones, el hogar del que emana reposo eterno y en el que tanto desconsuelo se vierte por metro cuadrado.

Los cipreses suenan de una manera especial con el viento de la tarde, como poniendo una banda sonora que corta el silencio y mitiga los sollozos y suspiros que en ese día tanto afloran.

Hoy todos o casi todos, han venido a ver a todos o a casi todos. Son muestras de dialogo con quien no está, una forma callada de hablar sin decir nada, sobrando las palabras. Ese recinto, es una especie de museo en el que se puede contemplar como la muerte no tiene condescendencia con nadie, no es cuestión de edades ni clases sociales, porque aunque luzcan en lápidas o tumbas diferentes, todos, han ido a parar al mismo sitio y han corrido la misma suerte, la que correremos todos más tarde o más temprano.

Es el día del reencuentro con quien queremos, con quien echamos en falta, pero también es el día en el que al recorrer los distintos pasillos y galerías, se nos viene a la mente aquel o aquella que conocimos y que casi se había perdido en nuestra memoria.

Injusticias de la vida, así veo yo el hecho de que hoy, en este día, todos hayan venido, porque mañana, una vez más, la soledad será el principal argumento de este inmenso mar de cruces y flores que yace cada día con son eterno, con lóbrega monotonía que solo se corta cuando alguien llega para quedarse, para sumarse a los que allí están y saber lo que se siente cuando cierran la verja y lo percibes desde dentro.

Hoy todos están aquí, con ellos, pero mañana serán solo ellos los que estén, esperando a quien pueda venir para compartir un momento de expresivos silencios y miradas que se nublan por el dolor.

Hoy, miro todo eso que se expone delante de mí en este camposanto, sin poder dejar de pensar en el momento en el que me toque tener una visión diferente de este día, ese día en el que sea yo quien reciba a los míos un rato, para luego verles marchar sin poder abrazarlos.

Siempre que vengo aquí, al cementerio, pienso en que algún día seré lo que hoy son los que aquí están. Es ley de vida, nadie hemos venido a este mundo para quedarnos siempre. Algún día, nos traerán flores el 1 de noviembre, día de los difuntos, para después sentir aquello que decía Becker…

…¨¡Dios mío, que solos se quedan los muertos!¨

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