domingo, 31 de julio de 2011

EN EL MACARENA

Es increíble cómo se agolpan todo tipo de pensamientos ante una situación más o menos complicada.
Cuando el Jueves 21 de Julio me dirigía al hospital Macarena de Sevilla para afrontar la intervención prevista, todo tipo de cosas, recuerdos, reflexiones y demás aspectos se agolpaban en mi mente de una manera atroz.
Ya en la puerta del centro hospitalario sevillano, aprovechando la oportunidad de fumar el último cigarrillo antes del ingreso, miraba hacia atrás y, sin decirlo en voz alta, pensaba en cuando  volvería a cruzar esa puerta que tenían ante mí, o incluso si alguna vez la cruzaría, porque como creo que nos pasa a todos, siempre tenemos una parte interior incontrolable que nos hace ver las peores situaciones de las cosas.
Ya dentro del Macarena, con un número de orden en la mano para proceder al ingreso, pensaba en la verdadera necesidad de operarme, pensaba si iba a hacer lo correcto o por el contrario debía salir corriendo y dejar las cosas tal y como estaban. Esa pregunta se me contestaba rápidamente. La verdad es que en los últimos años mi calidad de vida había bajado mucho por ese problema con el maldito diafragma que me obstruía un pulmón y por eso tenía absolutamente claro que asumiría los riesgos que hubiera que asumir, ya que como decía el ¨Che¨, es preferible morir de pie que vivir siempre arrodillado, o en mi caso, prefería pasar  por donde tuviera que pasar que seguir teniendo que robarle a la vida sorbos de aire por los rincones de cada calle a cualquier hora.
Pero aunque las cosas se tengan claras el miedo siempre está ahí, por eso estaba deseando ver a quienes me iban a operar  para que me arrojaran más luz sobre el alcance de la intervención.
Tras las aclaraciones previas, que aclarar aclararon poco, me pasé la tarde del jueves, el día antes de la operación, recorriendo en pijama todos los rincones del hospital. Paseo tras paseo me iba notando más nervioso, sabía que esa noche iba a ser difícil conciliar el sueño de una manera normal.
Al día siguiente, Viernes 22, yo era el primero en la lista de intervenciones del área de cirugía torácica. Sobre las 7 de la mañana, tras una noche de vueltas y vueltas como ya intuía, me levanté, me duché, y me puse mi nuevo pijama para esperar la llegada del camillero que me había de conducir  a la sala de operaciones. Ese momento es de lo peor, ese momento en el que esperas para que te lleven es algo que hace que se corte hasta la respiración cuando ves que las puertas de la planta se abren o se cierran.
Cuando por fin un tipo con una camilla entra y dice eso de...¨Javier Campos, vámonos¨ , es cuando te das cuenta de que es la hora de la verdad, pero sobre todo te das cuenta de lo que valen las personas que quieres, lo que significan para ti. Recuerdo las miradas de mis familiares, pero sobre todo recuerdo  la mirada de la niña de mis ojos, mi Encarni, cuando casi sin poder contener la emoción del momento, pero sin derrumbarse para no derrumbarme a mí, me toca la cara y me dice que pronto nos vemos.
Cuando ya vas en la camilla, alejándote de la habitación y de los tuyos, un frío interno te recorre y las emociones empiezan a jugarte malas pasadas, empiezas a preguntarte si volverás a ver más a esas personas que tanto quieres, la cuales, también se preguntan en ese momento lo mismo, si te volverán a ver.
Pero una cosa está clara, el que es un luchador lo es en cualquier momento, y por eso, a pesar de esos días de nerviosismo e incertidumbre, en el momento más indicado, aparece ese otro fuero interno que te lleva a luchar contra viento y marea. 
Algunas horas después de la operación, que duró unas 5 horas y que fue más complicada de que lo que se esperaba en principio, me desperté en la unidad de reanimación preguntando por los míos y pidiendo salir de allí lo antes posible.
Sí, en pocos minutos tras mi despertar todo el personal del Macarena comprobó que no estaba dispuesto a dormirme en los laureles y que estaba más operativo que nunca.

Como ya he comentado la operación se complicó porque al abrir todo fueron sorpresas en cuanto a la situación de algunos órganos, pero gracias a la pericia del Doctor Gallardo y la Doctora Marta, todo había quedado bastante bien. La recuperación fue ejemplar, hasta tal punto que en 12 horas estaba en planta, en 24 sentado en un sillón y en 72 horas, a pesar de cables y drenajes ya andaba por la planta demostrando a todos que quería vivir y respirar. Todo fue rápido, yo quería dejarme todo en la recuperación porque pensaba que cuanto más fuerte fuera mejor saldrían las cosas y menos horas en el sillón se llevaría mi Encarnita, quien no se separó ni un solo instante de mi lado, demostrándome en unos días más de lo que  ninguna otra persona te pueda demostrar en toda su vida.
Al 4º día de la intervención me dan el alta y los médicos me dicen que todo ha ido bien y que yo he sido un luchador que se recuperó pronto sin que le diera ni tan siquiera una décima de fiebre. Tras hacer la maletas, se repiten todas esas sensaciones del día que llegué al Macarena, recree en mi mente todo aquello por lo que había pasado, pero mi corazón lucía una gran sonrisa que me producía el haber salido airoso de todo y llevar  a mi lado a la mujer con la que sé que voy a compartir el resto de una vida en la que espero respirar mejor.

A mí  no me despidieron los médicos en la puerta del Hospital como hicieron con Ortega Cano, pero la verdad es que me daba igual, conmigo iba quien tenía que ir, mi niña, y a partir de ahí, todo lo demás me sobraba. 

viernes, 29 de julio de 2011

VOLVEMOS...

Hola a todos de nuevo. Después de casi una semana de incomparecencia es una gran satisfacción poder decir a todos que aquí estoy de nuevo para seguir con esta ilusión de escribir en mi blog.
Ha sido un semana complicada para mi, el pasado día 21 de julio ingresaba en el Hospital Virgen Macarena de Sevilla para una intervención importante. Ingreso el jueves, intervención el viernes y a partir de ahí solo quedaba echar el resto y luchar como un ¨Titán¨ para estar en casa lo antes posible. A pesar de lo complicado de la operación, en poco menos de una semana este contador de historias ya está otra vez en la brecha de las ilusiones y del trabajo, en el camino que me ha de llevar a una nueva vida que llene a tope mis pulmones.
Bueno, ya os contaré más, pero es que aun estoy molido por todo eso de las heridas de quirófano.

sábado, 16 de julio de 2011

GRACIAS A TODOS/AS


En el poco tiempo que llevo con el blog, he podido darme cuenta de la repercusión que tiene todo aquello que tiene que ver con la red de redes, con el mundo de las nuevas tecnologías. Está claro que internet, no solo es el futuro, es ya un claro presente que está muy metido en nuestra sociedad.
Llevo poco más de un mes con esta iniciativa que desde hace mucho tiempo quería emprender, el sueño de ser bloguero, y la verdad es que me siento muy feliz al comprobar que a la gente le gusta todo eso que plasmo en letras e imégenes.
Es por ello que quiero dar las gracias de manera efusiva a todos los que me siguen y se han reflejado como seguidores en en blog, a todos los que me siguen aunque no se hayan registrado y a todos lo que por la calle me comentan que les gusta esta idea. Y quiero mostrar mi agradecimiento porque ese cariño y esas manifestaciones positivas sobre mi blog son para mi una auténtica fuente de vida que me ha devuelto la ilusión en muchos sentidos.
Desde siempre estuve vínculado a un micrófono, a hablar para un número importante de gente que también me siguen en todo lo que hago, pero quería demostrar que me gusta escribir, me gusta crear historias que pueden invitar a la reflexión o simplemente pueden agradar a quienes las leen
Hoy me siento muy feliz. Cuando empredí esta historia tenía un pensamiento: ¨Aunque sea solo para leerlo yo y verlo colgado en internet, habrá merecido la pena.¨
Hoy, después de toda esa gente que me aborda por la calle y pronuncia la frase maravillosa de, ¨He leído tu blog, me gusta mucho, sigue así¨, solo puedo decir que  para mi es lo más maravilloso que me ha ocurrido, algo comparable a aquellas reaciones de cuando, siendo solo un chaval, dije mis primeras palabras por la radio y todo el mundo me animó a seguir.

A todos, muchas gracias por vuestro apoyo, gracias por hacerme sentir más vivo que nunca.

FRANCISCO JAVIER CAMPOS CASTILLO 

viernes, 15 de julio de 2011

AMIGA DEL ALMA


Es cierto y verdad que al principio de conocer  a quien va dedicado este relato pensaba que no era lo mejor para mí, pues mi mente me decía que después de tanto tiempo intentando huir de ciertas situaciones,  no era lógico que acabara con quien certificaría mi comodidad y pocas ganas de luchar.
Por eso, cuando decidí quedarme con ella, decisión que no fue fácil, nadie entendió que lo hiciera, por lo que la gran mayoría, pensaban que me había acomodado y ya no era fiel a mis ideales.
Yo también pienso que quedarme con ella fue producto del abatimiento, aunque ese abatimiento ocurrió después de haber mantenido una lucha sin cuartel que me demostró que nada de lo anterior, por mucho que lo luchara, valíó la pena en absoluto.
La gente me miraba raro, con cierta incredulidad, como si me hubiera convertido de repente en otra persona diferente solo por haber tomado una decisión que para mí también era extraña y complicada.
Me daba igual. Todo lo que dijeran, esbozaran o pensaran aquellos que ven muy fácil la solución a los problemas ajenos, me daba igual, porque cada vez, cada día que pasaba, me daba cuenta de que la decisión de quedarme con ella había sido la única cosa razonable que había hecho últimamente.

Con el tiempo, ella fue proporcionándome la tranquilidad que necesitaba para ver las cosas con otro prisma, desde una postura sosegada y meditada. Como todos los principios, nada fue fácil, pero poco a poco fui descubriendo en ella esa complicidad y compromiso que siempre estaban ahí, sin pedir nada a cambio, sin quejarse de mis reacciones y complejidades.

Con ella hablaba y hablaba durante largos periplos y siempre me escuchaba. Se tragó conmigo mis peores momentos, sabiendo guardar mis más impresionantes secretos. Jamás me abandonaba y siempre iba colgada de mí, sin dejarme nunca, pero sabiendo darme ese espacio que necesitaba. Me ayudó a reflexionar y me hizo comprender que en la vida hay cosas que despreciamos pero que, cuando nos las encontramos de frente, pueden ser el mejor de los tesoros o el más preciado bálsamo para mitigar intranquilidades que nunca son fáciles de atajar.
Hoy por hoy, después de mucho tiempo pasado sigue conmigo en cierta medida, y aunque a veces me evada y busque otras opciones que me alejan de ella por un espacio de tiempo, al final vuelvo a sus brazos, pero lo hago sin temor, porque siempre sé que va a estar ahí y no me da miedo volver a encontrarme con ella en cualquier momento. Es más, cuando de ella me alejo una temporada por desempeñar otros quehaceres, siento que la necesito, que ella es parte de mi vida. Siempre noto que cada cosa o apartado que me toca vivir o desempeñar  es efímero, que todo lo que vivo o voy encontrando en mi camino vital puede ser pasajero y cambiar en cuestión de poco tiempo, sin embargo ella no, ella siempre es la misma y siempre me ofrece lo mismo, esa otra visión que te ayuda a valorar aquello que ha merecido la pena y aquello que es mejor olvidar.
Es tanto el arraigo que con ella he contraído que no me importaría en absoluto que fuera mi compañera en el resto de mi vida. Ha sido y es tan importante, que después de darte cuenta de que nada es para siempre, solo le pido a Dios una cosa, que jamás  me abandone, porque el día en el que esté a punto de decir adiós a esta vida, sé que aunque no tenga a nadie que me note en falta, ella, la soledad, estará ahí para darme su mano.

REVIVIR EN LA RED (Ficción)


No es difícil entender que un mundo tan amplio e infinito como el de las nuevas tecnologías sea un caldo de cultivo de multitud de personas que buscan distintas opciones en la red de redes y los avances tecnológicos.
La red de redes, no sé si para bien o para mal, ha sustituido incluso a aquel amigo que antes buscabas para romper el silencio de la tristeza o desahogarte con él, ha servido para sustituir al psicólogo que nos dice que tenemos que salir adelante y ver los nuevos horizontes que se abren cuando nuestra vida da un cambio radical. Ahora, todos esos mundos, los divisamos a través de un monitor, al sonido de un clic de ratón, rompiendo de esta manera la angustia que da algo tan demoledor como la soledad.
 El ordenador se convierte en esa ventana en la que esperamos ver algo que llene nuestra vida de aire fresco, aunque sea una simple ilusión, porque las ilusiones, independientemente de que luego se lleguen a cumplir o no, ya son importantes.

Yo fui una de esas personas que después de ver como mí mundo se desmoronaba,
se arrinconó en un refugio en el que mirar el mundo sin que el mundo me viera y supiera de aquello que me acongojaba. Cada conexión se convirtió en una especie de desconexión del mundo real, ese mundo que tan hostil me era y tan mal se había portado conmigo.
En el otro mundo, encontraba hasta la posibilidad de hablar con alguien y vaciarme sin tener que decirle quien era, sin tener que desprenderme de todo aquello que me dolía y llevaba dentro pero que a nadie quería contar porque al hablarlo no me salían las palabras.
La intimidad y el anonimato de internet, se convirtieron  en la mayor de las premisas para desahogarme y poder contar todos mis fantasmas cotidianos, pero también me servía para sacar conclusiones positivas de todo aquello que mucha gente, sin regalarte el oído, te decía.
A todo esto, he de decir que mi mundo cambió cuando de repente se puso mi vida del revés. La que hasta entonces había sido mi mujer, la persona que más quise e idolatré en este mundo, se fue un día para no volver por la resultante de una enfermedad que tras un largo periplo de lucha, se la llevó y la apartó de mi.
Desde aquel día en el que el sol se nublo para siempre en mi mundo, nunca más quise saber del mundo exterior, llegándome a convertir en una especie de alma desconsolada que dejó también de existir.
Nada ni nadie podía devolverme el sosiego en mi vida. Mi alma se fue una tarde en el ataúd de quien había sido todo mi mundo. El cuerpo que quedó en este sitio en el que se desenvuelven los vivos, era una especie de autómata que se movía a golpes de inercia, pero sin el más mínimo motivo para seguir.
Después de muchos años casi en el más absoluto ostracismo, quise volver a asomarme otra vez ahí fuera, pero lo único que comprobé es que todo había continuado demasiado deprisa, sin dar la más mínima oportunidad de engancharse a quien quedó descolgado.

La labor era ardua en el intento de querer seguir hacia adelante, algo que quería más por obligación que por gusto, porque pensaba que más tarde o temprano, tendría que volver a reanudar todo aquello que dejé pendiendo de un hilo y en medio del más absoluto abandono.
Quería tomar otra vez el pulso a la vida, tenía que empezar a andar de nuevo en esta jungla de sin sabores, quería, aunque fuera por la memoria de quien nunca quería verme sufrir, iniciar el camino que me ayudara a mitigar, nunca a olvidar, aquel duro tiempo atrás que me dejó una huella para siempre en mi alma.

Cada tarde, después de trabajar, hacía lo imposible para demorar la vuelta a casa, ese momento doloroso de abrir la puerta y comprobar que todo estaba en silencio, que nadie te espera.
Me iba a un cibercafé que había a unas manzanas de donde yo vivía. Era un local que permanecía abierto hasta altas horas de la madrugada, quizás inspirado en aquellas personas que necesitábamos dar capotazo a alguna realidad y evadir o engañar al insomnio.
Cada día me pasaba hasta las 4 o las 5 de la madrugada allí, viendo latir el mundo a golpe de ventanas informáticas. Solamente entrar allí ya suponía un alivio, pues al ver a tantas personas que acudían a lo mismo que yo, era una sensación que me hacía pensar que no solo yo era quien sufría, aunque fuera por motivos diferentes.
Las personas somos animales de costumbre, cada noche veía casi las mismas caras y las mismas posiciones de hombres y mujeres frente a un ordenador.
Poco a poco fui intentando conocer gente a través de algunos chats y demás.
Esa cosa de las charlas cibernéticas siempre me habían parecido de lo más desnaturalizado, pero la verdad es que siempre hay algún momento que te hace cambiar la opinión que se tiene concebida de antes. Es curioso, pensaba algunas veces, porque con tanta gente que había en ese local cada noche y que ya eran caras conocidas, ninguno hablaba con nadie más que lo típico, todos preferíamos hablar con alguien intangible a través de la pantalla, al calor de una conversación cara a cara mientras tomas una copa y ves los minutos pasar.

Así era cada noche,  una búsqueda de gente que quisiera compartir algunas letras contigo.
Al poco tiempo, encontré un Nick que me hizo pensar bastante, ¨ESTRELLA¨
Aquel apelativo me hizo estremecer pues de inmediato recordé a mi mujer, que se llamaba así. Sin poder evitarlo mandé un mensaje privado, un mensaje que obviamente no tendría la respuesta que yo esperaba, pero lo mandé. Textualmente puse: ¨¿En que rincón del cielo estas, Estrella?¨
Pasaron los minutos y la ventana de aquel Nick no parpadeaba en color azul, no recibía contestación. Cuando ya iba a cerrar el ordenador, me di cuenta de que Estrella, había contestado, porque efectivamente se encendió la luz azul que indicaba que había recibido un mensaje privado. Al leerlo me llevé la sorpresa de mi vida, me quedé tan impresionado que hasta tuve un pequeño mareo que casi me hace caer al suelo. Aquel mensaje decía lo siguiente: ¨Hola amor, ya se que me estarás echando de menos, yo también, pero las cosas son así. Desde que me fui de tu lado, no he dejado de pensar en ti, porque aquí donde estoy, tengo mucho tiempo para pensar. No quiero que sufras más, quiero que hagas tu vida, que seas feliz, porque solo así, viéndote feliz, podré yo descansar para siempre.¨
Eso es literalmente lo que ponía aquel mensaje que me hizo estremecer tanto que casi pierdo el control de todo.
Salí fuera del recinto para que me diera el aire, me fume un cigarrillo y hasta el dueño del local salió para preguntarme si me encontraba bien, a lo que contesté que sí, que no tenía que preocuparse de nada.
Aquello habrá sido producto de mi imaginación, me dije a mi mismo, pero esa noche al llegar a casa no podía dejar de pensar en lo ocurrido, si en realidad había ocurrido.
Tras una noche imposible me levanté temprano y ya en el trabajo, no veía el momento de que acabara la jornada laboral para irme a aquel ciber y comprobar si todo era verdad o producto de mi imaginación. Tanto era mi agobio por aquella situación que, a pesar de haber sido siempre un trabajador ejemplar, fingí que me encontraba mal y pedí permiso para ausentarme ese día que no había hecho más que comenzar.
Salí de la empresa y, como alma que lleva el diablo, fui corriendo al ciber que ni siquiera había abierto aun. Tras unas horas de ansiada espera, el local abrió y rápidamente me conecté intentando buscar a ESTRELLA.
Nada más entrar en el canal del chat, ahí estaba, solo ella y yo estábamos conectados.
Antes de que pudiera mandar ningún mensaje, ella me lo mandó a mí.
¨No quiero que te asustes, no quiero que esto te haga sentir mal, solo quiero que seas feliz. Cada noche se sienta una mujer al lado tuya, es una mujer increíble y que, aunque tú no lo sepas, está también pasando un mal momento. Has de hablar con ella y seguro que os haréis mucho bien el uno al otro. Inténtalo, hazlo por mí, quiero que vuelvas a ser feliz.¨
Tras aquel mensaje de ESTRELLA, apareció en la pantalla algo que decía así.
¨ESTRELLA ha abandonado el canal, y lo ha hecho para siempre.¨
Por más que intenté conectar esperando durante horas, nada, todo intento fue infructuoso, había desaparecido.  
Después de aquel suceso, ya por la tarde, volví a aquel sitio que se me estaba atragantando por todo lo ocurrido. Allí estaba aquella mujer que ESTRELLA me había dicho que lo estaba pasando mal. Sin pensármelo dos veces y a tumba abierta, me acerqué y sin titubear le dije…¨Buenas tardes, la invito a cenar, juntos podemos hablar y desahogarnos.¨
Aquella mujer se quedó muda, como si se hubiera tragado la lengua. Yo insistí y finalmente la convencí para tomar una copa en el mismo cíber.
Poco a poco estuvimos hablando y en poco tiempo nos pudimos dar cuenta de que había una química especial, que congeniábamos bien, pero sobre todo que ambos habíamos pasado por momentos difíciles. Aquella conversación fue tan fructífera, que aceptó mi invitación de cena y pocos días después dormimos juntos y decidimos hacer vida en común.
 Todo había pasado deprisa, pero era como si hubiera un poso de años en nuestra relación, porque nuestras vidas habían sido tan parecidas que ESTRELLA no se equivocó en su mensaje, estábamos hechos el uno para el otro.
A partir de ahí la soledad quedó atrás y nuestro amor quedó sellado para siempre.
Desde aquel día he comprobado dos cosas muy importantes. La primera que internet puede ser una gran vía para volver a encontrar el amor, pero no hay nada como el contacto personal. La segunda cosa que aprendí es que las personas no mueren nunca, siempre están ahí, velando por nosotros.
¡Ah!,   quiero decir que una de las veces que nos conectamos juntos Isabel, mi nueva amada y yo, recibimos un mensaje de alguien  cuyo Nick era DICHOSA.
El mensaje decía así: ¨Enhorabuena, sois dos personas que os merecéis la felicidad que ahora tenéis. Cuidaros mucho, la vida merece la pena vivirla, suerte.¨
Isabel se quedó pensando que sería alguien que se habría equivocado al mandar el mensaje, pero yo sabía que no, yo sabía que en el cielo, ahora había una ESTRELLA DICHOSA  a la que le debía mucho. 

lunes, 11 de julio de 2011

¿UNA PESADILLA?



Han venido todos a verme. La casa está llena  incluso de gente que hace mucho tiempo que no veía y que no sabía que aún se interesaban por mí. Es curioso, desde aquí tengo una perspectiva impresionante de todo aquello que siempre hubiera querido ver  pero que nunca pensé que fuera posible.
Siempre pensé que este momento sería algo parecido a lo que ahora vivo, pero desde luego nunca imaginé que me clarificaría tantas cosas. Es impresionante oír como hablan de ti, creyendo que no les ves, pero empapándote de todo lo que te emociona y te produce nauseas a la vez.
Veo a muchos amigos que desde que han llegado se encuentran derrumbados. Como me gustaría poder decirles que estoy bien, que no han de preocuparse. También observo a aquellos con los que tuve todo tipo de roces, incluso aquellos que hicieron todo lo posible por ahogarme y destruirme pisándome hasta el cuello. Fíjate, ahora se sienten afligidos, aunque seguro que por dentro están absolutamente encantados por  todo. Cuanta falsedad, cuanto cinismo mezclado con verdaderos y puros sentimientos. Esto es como un coro en el que todos cantan la misma triste canción, pero voces desafinadas y alguna risa se escapa entre la armonía principal de la pena.
Esta sensación de verles sin que lo sepan es fascinante, pero tiene algo que se hace muy duro, no poder hablarles, no poder hacerte oír y evidenciar a aquel que habiendo producido todo el daño posible, no le puedes decir a la cara lo falso que es.
Con el paso de las horas todo se va tranquilizando y las cosas se van poniendo en su sitio. El que vino a hacer el paripé ya se ha ido, pero aquel que te echa en falta sigue bebiéndose ríos de lágrimas. A ese, al que de verdad me siente en esta noche en la que les veo pero no pueden oírme, me gustaría decirle que le quiero, que jamás me equivoque cuando puse en él mi confianza y mi cariño.
Hoy todo es especial, tétrico y morboso a la vez. Durante años intenté ganar a la gente con mis palabras y mis actos, pero es hoy, el día en que no hablo ni hago nada, cuando todos  han cerrado filas en torno a mí. Está claro, esta posición que hoy ocupo me ha desvelado muchas cosas, porque es como si hubiera asistido a una evaluación sobre mi persona para saber  lo que yo significo para aquellos que se movieron en mi círculo vital. Ahora solo me falta saber, si cuando cierren el ataúd y me entierren, también podré ver lo mismo que ahora veo en mi velatorio.

jueves, 7 de julio de 2011

NINGÚN TIEMPO PASADO...

Dicen que el hombre es el único animal racional que hay en la tierra, pero el paso inexorable de los tiempos ha demostrado con creces que no es así, que somos tan animales que insultamos a los animales cuando les comparamos con nosotros.
Es claro que las acciones del hombre en nuestro planeta han traído muchos avances tecnológicos, de desarrollo y demás, pero es lamentablemente claro también que el hombre es el responsable de muchas de las barbaridades cometidas en la tierra y el autor de muchas de las cosas que hoy ponen en jaque a la especie humana.
La Guerra por poner un mero ejemplo es uno de los inventitos del hombre en el que hombre muere. El hombre es el creador de las más devastadoras armas que asedian a la humanidad.  El hombre es aquel que ha avanzado tanto como para destruir el mundo con tan solo apretar un botón o destruirlo lentamente con el ritmo frenético de la sociedad de hoy día, una sociedad llena de comodidades creadas por el hombre pero que han hecho de el hombre una especie de sistema aletargado que ya no sabe vivir sin muchas de esas comodidades.
El hombre científico es aquel que ha encontrado la clave o solución para muchos problemas que antes hacían perecer a las personas, pero también es el culpable y el responsable de muchos virus militares escapados de laboratorios y de que cepas de enfermedades que se consideran erradicadas duerman latentes como potenciales armas químicas que no se descartan emplear mañana.
Bombas que siembra la destrucción de la especie humana pero sin dañar ni un ladrillo, misiles inteligentes creados por inteligentes mentes puestas al servicio de la destrucción y demás, son algunos de los ejemplos más notorios de lo que significa emplear la mente y la tecnología no para hacer un buen servicio a la humanidad.
Hoy no somos capaces de vivir sin aire acondicionado en el hogar, en el coche en nuestro lugar de trabajo.  Antes, nuestros antepasados, no tan antepasados, pasaban crudos inviernos, sofocantes veranos y muchas fatigas laborales sin tantas comodidades tecnológicas y no perecían en el día a día.
No somos capaces de vivir si no es pegados a un teléfono móvil o un ordenador, mientras que antes esto era solo una quimera inimaginable y la gente desarrollaba su vida con total normalidad sin que fuera la vida en una conexión a la red o en una llamada.
Es el tiempo de la revolución informática que debe ser el acicate o impulso en la educación, antes íbamos al cole con nuestro cuaderno, nuestro lápiz y bolígrafo y nuestros libros de textos y aprendíamos en una pizarra con un profesor que se esmeraba por dar enseñanza a niños que querían aprender y que respetaban.

Está claro, todo ha cambiado, ha cambiado mucho y de manera circunstancial, pero no sé si realmente todos estos cambios son para mejor o para más enigmáticos laberintos que nos conducen a un camino sin retorno.
Hay más elementos de comunicación pero menos comunicación cara a cara entre personas y entre padre e hijos. Hay más adelantos médicos pero cada vez más enfermedades raras y desconocidas que nos ponen en alerta. Hay más sanidad y control en las cosas pero cada vez comemos peor y más basura. Hay más derechos pero también se confunde cada vez más libertad con libertinaje. Hay más diálogo político entre naciones pero cada vez más conflictos y guerras que nadie entiende, guerras entre personas que se matan por cuestiones de religión, política y poder, gente que mata hablando el mismo idioma de su oponente.
La tecnologías deben acercarnos pero nos sentimos cada vez más lejos, pues indagando en ejemplos ya citados, hoy se olvida lo que es charlar con una persona cara a cara disfrutando  un café y mirándola a los ojos, por hablar de forma telegráfica a través de un ordenador, sin sentir su calor y dando patadas al diccionario.

Es cierto, ningún tiempo pasado fue peor.

lunes, 4 de julio de 2011

EL INDIGENTE

La mayoría de las veces nos pasamos el tiempo maldiciendo todo lo que nos ha tocado en suerte o mala suerte. Aquello que se nos ha dado siempre nos parece poco, mientras que cualquier piedra en el camino, cualquier infortunio, aunque sea fácilmente superable nos parece una losa insalvable y clamamos al cielo.

Sí, lo he dicho muchas veces, lo sé, el problema de cada uno es el problema más grande del mundo, mientras que nunca pensamos en aquellos que tienen verdaderas dificultades y pensamos que su problema no es nada comparado con el nuestro.
Hace algunos años  vi algo que me dejó perplejo en la puerta del servicio de rayos x de un hospital.
Yo estaba allí esperando interminables horas para que me hicieran una placa que me habían mandado para saber que tal estaba mi tobillo después de unos meses de rehabilitación tras la caída en moto que sufrí. A mí me parecía interminable todo lo que había sido el proceso de curación de dicho tobillo, pensaba que era muy desgraciado solo porque durante tres meses tuve que soportar una escayola y la moto de mi amigo había quedado para el arrastre. Estaba airado, pensaba que no se podía tener más mala suerte en la vida.
La verdad es que yo sabía que estaba dramatizando en exceso, pero no me cortaba en mi comportamiento e incluso me mostraba de lo más hostil con todo aquel que se interesaba por mí, pues tenía tal acongojo, que aun me ponía  más nervioso que alguien viniera y me dijera algo sobre el tema.
Unos metros más a la derecha de donde yo estaba, había una persona de unos 50 años.
Era un señor mayor con pintas harapientas que incluso olía mal y tenía toda la pinta de ser un indigente.
Todas las personas que allí estábamos, dábamos un rodeo antes de tener que cruzarnos por el pasillo con aquel hombre, aunque él siempre permanecía sentado en el mismo sitio, sin decir nada y sin mostrar la más mínima queja. Yo llevaba allí ya dos horas y media, pero aquel hombre, de cuyo rostro se deprendía algún gesto de dolor, estaba allí incluso antes que yo llegara.
Cada vez que salía  la enfermera que iba nombrando a la gente para pasar a hacerse la radiografía, allí en la sala se montaba un alboroto tremendo por parte de toda la gente que, de forma ansiosa y con ganas de acabar cuanto antes, reclamaban a la enfermera que llevaban tiempo esperando. Sin embargo, aquel hombre de mal aspecto nunca decía nada, nunca gritaba ni se exasperaba, guardaba silencio con su cabeza casi metida en las rodillas y simplemente esperaba.
A mí me daba la impresión de que aquel tipo no decía nada porque para él era mejor estar allí, pues con un poco de suerte, pensaba, hasta podría echar algún sueñecito en aquellos sillones que siempre serían más cómodos que la calle.
En otra de las veces volvió a salir la enfermera y cito a aquel hombre. De repente se montó un revuelo aun mayor, pues parecía que la gente no encajara que llamaran a aquel hombre antes que a ninguno de ellos, aunque la verdad, como ya he dicho, es que aquel señor llevaba allí toda la mañana.
Ante la reacción airada de una señora que era una auténtica ¨barbiana¨, el hombre, con una voz que casi no le salía del alma dijo…¨Señora, si a la enfermera no le importa, pase usted antes que yo.¨  Casi no había terminado la frase aquel hombre cuando la enfermera, probablemente enfadada por el cisco que todos le estábamos formando, arremetió contra el hombre y le dijo lo siguiente:
¨Pero bueno, a ver si usted se va a creer que esto es el hospital de la caridad, que le tengo calado amigo, que lo que usted quiere es estar aquí en vez de en la calle.¨

El señor, sin mediar ni una sola palabra y sin enfadarse por lo que le había espetado la enfermera con tono desagradable, se levantó y con paso muy lento, encorvado y casi arrastrando los pies se dirigió a la sala de radioterapia, mientras la misma mujer que él había querido dejar entrar le decía que se diera prisa, que parecía que estaba pisando huevos. ¨Vamos que es para hoy, que los demás tenemos prisa¨, le dijo.
Tras salir de la radioterapia, todos pudimos observar como la enfermera que antes se habían enfadado con aquel hombre se limpiaba lágrimas de los ojos.
Aquel hombre, a medida que iba saliendo, dijo a todos con una voz tenue y débil.
¨No se preocupen, no volveré a molestarles más, ni a ustedes ni a nadie.¨
Tras aquel episodio, era yo quien tenía que entrar en la sala de rayos x. No pude controlar, le pregunte a la enfermera que pasaba con aquel hombre y la enfermera, sin pelos en la lengua dijo…¨Se muere, ese hombre se muere sin remisión y nunca le hicimos caso porque creíamos que venía solo por estar calentito en el hospital.¨
Tras oír aquello, ni siquiera me hice la radiografía, pedí que me quitaran el yeso y salí de allí pensando que lo mío, como lo de todos los que allí estábamos, era una broma comparado con lo de aquel pobre hombre herido de cáncer de pulmón y que nunca había dicho esta boca es mía y nunca había perdido la paciencia.
Eso sí, antes de irme del hospital me acerqué al hombre y le pedí perdón, aunque no había sido yo quien le había faltado al respeto. Los demás se quedaron mudos, pero estoy seguro que a nadie le importaba que el problema de aquel señor, aquel Dios en la tierra, fuera mayor que el de cualquiera de ellos. A ellos solo les importaba lo suyo y todos bajaban la vista ante un hombre que se moría en la más absoluta soledad y miseria.

EL HIJO DE LAS DOS

                                                         Foto: Cuadro de M. Mora


Muchas son las opiniones que se han vertido sobre el tema de si hay vida después de la muerte, pero aunque se ha escrito y se ha hablado mucho sobre el tema, nunca sabremos con exactitud que es lo que pasa con cada persona una vez nos entierran o nos lapidan tras el muro de un nicho.
En este tema, desde parapsicólogos a científicos e incluso la iglesia han presentado distintas razones o argumentos sobre el más allá de la vida en la tierra, pero por el momento todo es una incertidumbre, a pesar de casos y de historias como la que les cuento a continuación.

Esto sucedió en una ciudad cualquiera de un país cualquiera. Nuestro protagonista es Alejandro, un inquieto niño de 5 años que siempre se mostraba de lo más activo y que como todo niño, nunca veía el peligro en las situaciones que verdaderamente lo tenían.
Su Madre, Isabel, era una mujer que siempre estaba muy pendiente de todos los movimientos de su hijo, pues como ocurre con las madres, parece que siempre tengan un sexto sentido a la hora de intuir algún peligro que pueda acechar a sus hijos.
Isabel, su marido Carlos y Alejandro, vivían en la 5ª planta de un edificio que estaba cerca de un parque situado en el mismo barrio. El pequeño Alejandro, a las primeras que sus padres se descuidaban, salía corriendo hacía el balcón y se subía a la barandilla para intentar ver el parque, algo que siempre hacía para llamar la atención de sus padres y que alguno de ellos le bajara a jugar tras su insistencia.
En el mismo bloque, en el 2º piso, vivía una mujer llamada Carmen que estaba embarazada de 5 meses, una mujer que vivía sola a raíz de que se separara de su marido, algo que  hacía poco tiempo que había ocurrido.
Cuando Isabel la del 5º bajaba a Alejandro a jugar al parque, coincidía en muchas ocasiones con Carmen, con quien hablaba durante horas mientras Alejandro jugaba.

La amistad entre las dos mujeres se hizo patente con el paso de los días, estrechando un fuerte vínculo de amistad. Todo transcurría con aparente normalidad en la vida de estas personas, pero un día, un nefasto día, la fatalidad sucumbió a una de ellas.
Alejandro, casi a hurtadillas y sin que su madre se diera cuenta, salió al balcón de la casa. Para acceder a dicho balcón había que abrir la puerta de una cristalera que ese día, casualidades de la vida, estaba abierto porque habían estado unos pintores dándole una mano de pintura. El niño accedió al balcón, se subió hasta la barandilla de protección como hacía siempre y en ese momento escuchó los gritos de su madre que se había percatado de la situación. Ante el enérgico enfado de la madre, Alejandro se puso nervioso y ocurrió lo peor, cayó al vacio sin remisión alguna.
Los gritos de la madre eran estremecedores, salió corriendo escaleras abajo absolutamente descontrolada mientras todos los vecinos salían alarmados de sus casas por los gritos. Cuando Isabel llegó a la calle, la imagen era dantesca, un numeroso grupo de gente se agolpaba formando un círculo alrededor del niño. Isabel, histérica trataba de quitar a la gente para llegar a su hijo, pero ya era tarde, el pequeño Alejandro yacía en el suelo y no se podía hacer nada por él.

Aquello fue un drama que vistió de luto y acabó con la alegría del barrio de repente.
Todos los vecinos echaban de menos a Alejandro y su madre se vio inmersa en una terrible depresión que le llevó a vagar por el mundo como las locas, necesitando ayuda profesional que no le proporcionaba ningún consuelo a su pena.
A los 5 años de aquel suceso, el barrio había asimilado, aunque no olvidado la muerte del pequeño, pero su madre seguía en un estado de pura inopia, era una mujer con aspecto de muerta en vida. El único consuelo que tenía Isabel, era irse a casa de Carmen, donde pasaba las horas con ella y con el pequeño que Carmen tuvo meses después del suceso de Alejandro.
Una tarde, cuando estaban con el pequeño Daniel, el hijo de Carmen, en el parque, el pequeño, que en esa época rondaba más o menos la edad que tenía Alejandro, dejó frías a las dos madres que no daban crédito a lo que escucharon. Daniel, se acercó donde estaban su madre e Isabel y dijo, ¨¿Mamá, tú te acuerdas cuando yo era de esta mujer y me caí de allí arriba?¨ En ese instante las dos madres se quedaron sin habla, pero a los pocos segundos, Isabel, armándose de valor le dijo a Daniel, ¨¿Qué dices, quien te ha dicho que tú eras mi hijo, quien te ha dicho eso?¨
Sin más explicaciones, Daniel salió corriendo como alma que lleva el diablo, se metió en el edificio y se fue hasta donde la puerta de Isabel, donde vivía Alejandro.
La madres llegaron casi ahogadas por el sofoco de las escaleras, mientras el niño insistía a Isabel para que abriera la puerta de su casa. Isabel abrió y el pequeño Daniel se fue directamente a la que era la habitación de Alejandro, conservada por su madre tal cual estaba cuando vivía Alejandro.
El niño, mientras se erizaban los pelos de las dos madres, recordaba con total exactitud todas las cosas que pertenecieron a Alejandro. Los nombres de los muñecos, los juguetes e incluso pronunció sin equívocos los nombre de todos los compañeros de Alejandro que estaban con él en una foto de la guardería, lo recordaba todo.
El niño, después de aquello que emocionó a Isabel, quien veía en Daniel a su hijo desaparecido por el accidente, cogió con sus manitas el rostro de Isabel y le esbozó:
¨Perdóname mamá de antes, perdóname por no haberte hecho caso y haberme caído por el balcón, yo siempre te querré mucho y vendré a verte y jugaré contigo todos los días con mi nueva mamá. No llores, yo seré el hijo de las dos.¨


Esta historia es pura ficción, pero basada en muchas historias parecidas que han sido contadas por muchas personas y catalogadas por expertos como casos muy frecuentes de reencarnación con recuerdos de la vida anterior.