viernes, 15 de julio de 2011

REVIVIR EN LA RED (Ficción)


No es difícil entender que un mundo tan amplio e infinito como el de las nuevas tecnologías sea un caldo de cultivo de multitud de personas que buscan distintas opciones en la red de redes y los avances tecnológicos.
La red de redes, no sé si para bien o para mal, ha sustituido incluso a aquel amigo que antes buscabas para romper el silencio de la tristeza o desahogarte con él, ha servido para sustituir al psicólogo que nos dice que tenemos que salir adelante y ver los nuevos horizontes que se abren cuando nuestra vida da un cambio radical. Ahora, todos esos mundos, los divisamos a través de un monitor, al sonido de un clic de ratón, rompiendo de esta manera la angustia que da algo tan demoledor como la soledad.
 El ordenador se convierte en esa ventana en la que esperamos ver algo que llene nuestra vida de aire fresco, aunque sea una simple ilusión, porque las ilusiones, independientemente de que luego se lleguen a cumplir o no, ya son importantes.

Yo fui una de esas personas que después de ver como mí mundo se desmoronaba,
se arrinconó en un refugio en el que mirar el mundo sin que el mundo me viera y supiera de aquello que me acongojaba. Cada conexión se convirtió en una especie de desconexión del mundo real, ese mundo que tan hostil me era y tan mal se había portado conmigo.
En el otro mundo, encontraba hasta la posibilidad de hablar con alguien y vaciarme sin tener que decirle quien era, sin tener que desprenderme de todo aquello que me dolía y llevaba dentro pero que a nadie quería contar porque al hablarlo no me salían las palabras.
La intimidad y el anonimato de internet, se convirtieron  en la mayor de las premisas para desahogarme y poder contar todos mis fantasmas cotidianos, pero también me servía para sacar conclusiones positivas de todo aquello que mucha gente, sin regalarte el oído, te decía.
A todo esto, he de decir que mi mundo cambió cuando de repente se puso mi vida del revés. La que hasta entonces había sido mi mujer, la persona que más quise e idolatré en este mundo, se fue un día para no volver por la resultante de una enfermedad que tras un largo periplo de lucha, se la llevó y la apartó de mi.
Desde aquel día en el que el sol se nublo para siempre en mi mundo, nunca más quise saber del mundo exterior, llegándome a convertir en una especie de alma desconsolada que dejó también de existir.
Nada ni nadie podía devolverme el sosiego en mi vida. Mi alma se fue una tarde en el ataúd de quien había sido todo mi mundo. El cuerpo que quedó en este sitio en el que se desenvuelven los vivos, era una especie de autómata que se movía a golpes de inercia, pero sin el más mínimo motivo para seguir.
Después de muchos años casi en el más absoluto ostracismo, quise volver a asomarme otra vez ahí fuera, pero lo único que comprobé es que todo había continuado demasiado deprisa, sin dar la más mínima oportunidad de engancharse a quien quedó descolgado.

La labor era ardua en el intento de querer seguir hacia adelante, algo que quería más por obligación que por gusto, porque pensaba que más tarde o temprano, tendría que volver a reanudar todo aquello que dejé pendiendo de un hilo y en medio del más absoluto abandono.
Quería tomar otra vez el pulso a la vida, tenía que empezar a andar de nuevo en esta jungla de sin sabores, quería, aunque fuera por la memoria de quien nunca quería verme sufrir, iniciar el camino que me ayudara a mitigar, nunca a olvidar, aquel duro tiempo atrás que me dejó una huella para siempre en mi alma.

Cada tarde, después de trabajar, hacía lo imposible para demorar la vuelta a casa, ese momento doloroso de abrir la puerta y comprobar que todo estaba en silencio, que nadie te espera.
Me iba a un cibercafé que había a unas manzanas de donde yo vivía. Era un local que permanecía abierto hasta altas horas de la madrugada, quizás inspirado en aquellas personas que necesitábamos dar capotazo a alguna realidad y evadir o engañar al insomnio.
Cada día me pasaba hasta las 4 o las 5 de la madrugada allí, viendo latir el mundo a golpe de ventanas informáticas. Solamente entrar allí ya suponía un alivio, pues al ver a tantas personas que acudían a lo mismo que yo, era una sensación que me hacía pensar que no solo yo era quien sufría, aunque fuera por motivos diferentes.
Las personas somos animales de costumbre, cada noche veía casi las mismas caras y las mismas posiciones de hombres y mujeres frente a un ordenador.
Poco a poco fui intentando conocer gente a través de algunos chats y demás.
Esa cosa de las charlas cibernéticas siempre me habían parecido de lo más desnaturalizado, pero la verdad es que siempre hay algún momento que te hace cambiar la opinión que se tiene concebida de antes. Es curioso, pensaba algunas veces, porque con tanta gente que había en ese local cada noche y que ya eran caras conocidas, ninguno hablaba con nadie más que lo típico, todos preferíamos hablar con alguien intangible a través de la pantalla, al calor de una conversación cara a cara mientras tomas una copa y ves los minutos pasar.

Así era cada noche,  una búsqueda de gente que quisiera compartir algunas letras contigo.
Al poco tiempo, encontré un Nick que me hizo pensar bastante, ¨ESTRELLA¨
Aquel apelativo me hizo estremecer pues de inmediato recordé a mi mujer, que se llamaba así. Sin poder evitarlo mandé un mensaje privado, un mensaje que obviamente no tendría la respuesta que yo esperaba, pero lo mandé. Textualmente puse: ¨¿En que rincón del cielo estas, Estrella?¨
Pasaron los minutos y la ventana de aquel Nick no parpadeaba en color azul, no recibía contestación. Cuando ya iba a cerrar el ordenador, me di cuenta de que Estrella, había contestado, porque efectivamente se encendió la luz azul que indicaba que había recibido un mensaje privado. Al leerlo me llevé la sorpresa de mi vida, me quedé tan impresionado que hasta tuve un pequeño mareo que casi me hace caer al suelo. Aquel mensaje decía lo siguiente: ¨Hola amor, ya se que me estarás echando de menos, yo también, pero las cosas son así. Desde que me fui de tu lado, no he dejado de pensar en ti, porque aquí donde estoy, tengo mucho tiempo para pensar. No quiero que sufras más, quiero que hagas tu vida, que seas feliz, porque solo así, viéndote feliz, podré yo descansar para siempre.¨
Eso es literalmente lo que ponía aquel mensaje que me hizo estremecer tanto que casi pierdo el control de todo.
Salí fuera del recinto para que me diera el aire, me fume un cigarrillo y hasta el dueño del local salió para preguntarme si me encontraba bien, a lo que contesté que sí, que no tenía que preocuparse de nada.
Aquello habrá sido producto de mi imaginación, me dije a mi mismo, pero esa noche al llegar a casa no podía dejar de pensar en lo ocurrido, si en realidad había ocurrido.
Tras una noche imposible me levanté temprano y ya en el trabajo, no veía el momento de que acabara la jornada laboral para irme a aquel ciber y comprobar si todo era verdad o producto de mi imaginación. Tanto era mi agobio por aquella situación que, a pesar de haber sido siempre un trabajador ejemplar, fingí que me encontraba mal y pedí permiso para ausentarme ese día que no había hecho más que comenzar.
Salí de la empresa y, como alma que lleva el diablo, fui corriendo al ciber que ni siquiera había abierto aun. Tras unas horas de ansiada espera, el local abrió y rápidamente me conecté intentando buscar a ESTRELLA.
Nada más entrar en el canal del chat, ahí estaba, solo ella y yo estábamos conectados.
Antes de que pudiera mandar ningún mensaje, ella me lo mandó a mí.
¨No quiero que te asustes, no quiero que esto te haga sentir mal, solo quiero que seas feliz. Cada noche se sienta una mujer al lado tuya, es una mujer increíble y que, aunque tú no lo sepas, está también pasando un mal momento. Has de hablar con ella y seguro que os haréis mucho bien el uno al otro. Inténtalo, hazlo por mí, quiero que vuelvas a ser feliz.¨
Tras aquel mensaje de ESTRELLA, apareció en la pantalla algo que decía así.
¨ESTRELLA ha abandonado el canal, y lo ha hecho para siempre.¨
Por más que intenté conectar esperando durante horas, nada, todo intento fue infructuoso, había desaparecido.  
Después de aquel suceso, ya por la tarde, volví a aquel sitio que se me estaba atragantando por todo lo ocurrido. Allí estaba aquella mujer que ESTRELLA me había dicho que lo estaba pasando mal. Sin pensármelo dos veces y a tumba abierta, me acerqué y sin titubear le dije…¨Buenas tardes, la invito a cenar, juntos podemos hablar y desahogarnos.¨
Aquella mujer se quedó muda, como si se hubiera tragado la lengua. Yo insistí y finalmente la convencí para tomar una copa en el mismo cíber.
Poco a poco estuvimos hablando y en poco tiempo nos pudimos dar cuenta de que había una química especial, que congeniábamos bien, pero sobre todo que ambos habíamos pasado por momentos difíciles. Aquella conversación fue tan fructífera, que aceptó mi invitación de cena y pocos días después dormimos juntos y decidimos hacer vida en común.
 Todo había pasado deprisa, pero era como si hubiera un poso de años en nuestra relación, porque nuestras vidas habían sido tan parecidas que ESTRELLA no se equivocó en su mensaje, estábamos hechos el uno para el otro.
A partir de ahí la soledad quedó atrás y nuestro amor quedó sellado para siempre.
Desde aquel día he comprobado dos cosas muy importantes. La primera que internet puede ser una gran vía para volver a encontrar el amor, pero no hay nada como el contacto personal. La segunda cosa que aprendí es que las personas no mueren nunca, siempre están ahí, velando por nosotros.
¡Ah!,   quiero decir que una de las veces que nos conectamos juntos Isabel, mi nueva amada y yo, recibimos un mensaje de alguien  cuyo Nick era DICHOSA.
El mensaje decía así: ¨Enhorabuena, sois dos personas que os merecéis la felicidad que ahora tenéis. Cuidaros mucho, la vida merece la pena vivirla, suerte.¨
Isabel se quedó pensando que sería alguien que se habría equivocado al mandar el mensaje, pero yo sabía que no, yo sabía que en el cielo, ahora había una ESTRELLA DICHOSA  a la que le debía mucho. 

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