lunes, 18 de junio de 2012

SAN ANTONIO, LA HUELLA DE UNA TRADICIÓN.



San Antonio de Padua, una de las imágenes más veneradas de nuestro municipio y con más arraigo entre los nervenses,  volvió a congregar  centenares de devotos  y personas llegadas de otros municipios en lo que ya es uno de los movimientos romeros más importantes  de la provincia. El fin de semana ha sido bastante completo en el barrio de El Ventoso, lugar donde se alza la ermita de San Antonio. Noches de baile y música andaluza,  recogida del romero, una procesión que como siempre recorrió cada metro del Ventoso en la noche del sábado para llegar al centro del pueblo y descansar en la iglesia parroquial de San Bartolomé. Todo ello dio paso a las celebraciones del domingo,  el gran día en el que la salida de la carreta del  estandarte  a  eso de las 9 de la mañana  desde el barrio ventosero para encontrarse con la imagen de San Antonio en el templo de la iglesia, ya anuncia los parabienes de un día en el que los romeros y devotos  de San Antonio de Padua ponen todo su empeño y corazón para disfrutar de una romería que ya es una tradición ineludible  cuando llegan los calores de mediados de junio. La misa de romeros  que este año estuvo cantada por el grupo local ¨camino¨ y oficiada por el nuevo párroco Servando Pedrero Lagares, era la antesala de una romería que cada año va a más y que llena las calles de iconos andaluces que también en Nerva son seña de identidad.  Interminable presencia de caballos, carruajes tanto tirados por equinos como motorizados y engalanados con todo el ingenio del mundo, desfile incesante de lo más vanguardista y clásico en moda flamenca  con multitud de trajes que aun dan más colorido y efervescencia andaluza, sones andaluces que se sales de cada carroza y que se mezclan en la mañana romera, los bueyes que marcan el paso firme que ha de llevar el sequito, etc.
Hacia las 11 de la mañana arrancaba la esperada romería que llevaría otra vez a la imagen de San Antonio a su venerado barrio, ese que cada día le rinde visitas en su ermita, siempre abierta para ofrecerte su ayuda, como ocurre con el corazón de la gente ventosera.
Cuando el santo vuelve  casa, su gente continua hasta el lugar de sesteo en el que viandas de todo tipo regadas con caldos de la tierra ponen firme a los rigores del calor sufridos.
Cuando la brisa ya se va haciendo más liviana y tras una tarde de buena compañía y conversadera, los romeros vuelven al barrio para esperar ya con el fresco de la tarde noche a que las salvas de cohetes y fuegos artificiales pongan el punto y final a una nueva edición romera de San Antonio que pone fin a días previos de caballos por las calles y de secretas reuniones para vestir las carrozas.
Un año más tenemos que dar la enhorabuena a la hermandad de San Antonio de Padua, recordando que los actos en honor a San Antonio no se circunscriben solo a la romería, sino a numerosas celebraciones religiosas previas que también han contado con un importante seguimiento.

viernes, 15 de junio de 2012

DESTINO TRILERO


Tras algunas semanas metido en un agujero ficticio pero profundo y agónico, vuelvo a la superficie de la vida para intentar seguir en un mundo en el que, aunque ya no tengo demasiadas razones para querer tirar hacia adelante, siento que he de continuar aunque sea solo por no amargar la existencia de aquellos que no conciben que me haya cansado de luchar, aquellos que no entienden que llega un punto en el que ya prefieres bajar los brazos y abandonarte a lo que quiera el azar , que al fin y al cabo, es lo que siempre ocurre pues  todo aquello que pasa o no pasa es cuestión siempre de ese ¨trilero¨ llamado destino.   No quiero que parezca que soy la persona más desgraciada del mundo,  por supuesto que no, pues soy consciente de que hay gente que tiene problemas que de verdad son problemas que marcan una diferencia abismal comparado con los míos, pero es cierto que,  como dijo alguien, no existen grandes ni pequeños problemas sino gente con más o menos capacidad para superarlos. Yo no es que tenga menos capacidad que nadie para salir a flote tras algunos problemas de salud, lo que no tengo es más moral para continuar con una lucha que se ha  convertido en algo estéril tras meses y meses de ilusiones pensando que toda esa batalla derramada serviría para algo. Ahora bajo los brazos, ya no quiero seguir marcando unas pautas que en nada han servido para que mis pulmones se oxigenaran con un merecido aire que a mí no se me reparte igual que a los demás. Han sido largos periplos de pruebas y más pruebas, diagnósticos unos tras otros que se desdecían entre ellos, en fin, un periplo que es mejor olvidar porque a estas alturas ya no sé si hace más daño la enfermedad en si o todas las secuelas marcadas a fuego en mi mente por todo lo que me ha tocado ir oyendo.
No quiero, y lo digo una vez más,  señalarme como  una víctima de nada ni ser presa de ese victimismo que algunos pueda  entrever. Yo, lo único que quiero con todo esto que digo y plasmo aquí, es que la gente comprenda que aunque pasar por una enfermedad determinada es algo que nos  puede tocar a todos, no todos corremos la misma suerte, y aunque afortunadamente lo que yo padezco no es para morirme, al menos todavía, es cierto que toda una serie de desatinos y de reglas marcadas que no han solucionado nada a pesar de seguirlas a pies juntillas, pues hace que al final tires la toalla. Ningún médico va a reconocer que se ha equivocado o que algunas actuaciones no han servido para corregir el problema, todo lo contrario. Al final de todo esto te agazapas en los brazos de la suerte y que sea lo que quiera la divina providencia, porque además de que estás enfermo y que no te acaban de solucionar tu problema, encima te hacen sentir que el culpable eres tú.
Pero bueno, como siempre digo se puede tener un día malo o muchos días en los que no quieres más que aislarte en algún lugar donde nadie te vea, pero pasados esos días siempre aparece el ser fuerte y tenaz que siempre fui. Ha llegado el momento de dejar las lamentaciones, ha llegado el momento de no dejar de lado aquello que me produce bienestar. Tras algunos días en playa de la soledad y la meditación más interna, llega el momento de izar velas y con el barco de surcar océanos de desavenencias,  poner rumbo a la vida. Cada minuto que pienso  en el pasado es un minuto que le quito al presente. 

OÍR TU VOZ


Hoy he vuelto a oír tu voz después de casi 20 años y todo parecía igual que antes.
Muchas turbulencias hicieron caer el vuelo de nuestros sueños juntos, pero desde luego hay situaciones que te evocan a aquel pasado en el que ambos fuimos felices mientras creímos que el amor era algo que duraba para siempre, mientras pensamos que aquella pasión desbordada de entonces nunca se iría, mientras fuimos tan inocentes como para pensar que nuestra historia sería eterna y que nada ni nadie nos podría separar.
Fuimos dos adolescentes que se comían el mundo pensando que en la vida solo hacen falta besos y arrumacos de esos que se dan cuando tienes 20 años menos que ahora, pero no reparamos en que el amor es algo que desgraciadamente tiene fecha de caducidad y termina pudriéndose de tanto usarlo. Pero siempre quedan los vestigios de buenos tiempos a los que agarrarse,  la manera de hacer que cicatricen heridas que nunca hubieran cerrado. Hoy, al oír tu voz, volví  a percibir aquel tono meloso de niña enamorada que siempre me llamaba para que unas palabras aliviaran esos momentos de ansiedad por no estar juntos. El motivo de tu llamada era muy distinto a aquellas llamadas de entonces pero no he podido evitar retrotraerme a otros tiempos.
No he podido evitar que al escuchar tu voz, que sigue siendo aterciopelada como siempre, se me hiciera un nudo en la garganta y me encontrara tan nervioso como aquellas primeras veces que hablamos cuando nos empezábamos a enamorar.
Aun recuerdo aquellos días de interminables horas colgados de un teléfono acercando la distancia a través de palabras que nos hacían sentir juntos y mitigaban esa eterna espera hasta poder vernos y abrazarnos. Hoy al escucharte, me hubiera gustado susurrarte aquellos versos que tanto te gustaban y que tenía casi que recitarte a todas horas, aquellos versos que hablaban de amor, un amor del que ya hoy no queda nada, solo recuerdos que no sé si habitan  igual en tu mente como en la mía. Tras esos momentos de pensar en aquello que fue y que hoy ya no es nada, volvimos a la realidad. Tú me dejaste la fría consigna que tenías que darme y con la más absoluta indiferencia colgaste el teléfono, produciendo un silencio y un vacio que es la prueba más inequívoca de que ya no volveremos a hablar más, ya no volveré a escuchar más tu voz, esa voz que para mí era más que el aire que llena mis pulmones. Hubiera querido decirte tantas cosas…

¡QUÉ TIEMPOS AQUELLOS!


La vida pasa a un ritmo frenético y te das cuenta de que todo lo vivido ya no es  más que unas huellas del pasado que jamás se borrarán, es verdad, pero que jamás volverán.
Miro  atrás y recuerdo  aquellos años en los que siendo un chaval tenía las preocupaciones típicas de cualquier mozalbete adolescente, nada que ver con la jungla que vivo hoy con miles de problemas que me devoran como feroces depredadores.
Echo la vista atrás y los ojos se me encienden al recordar la cara de aquella niña que me robó el corazón, aquellos juegos de antes entre amigos que eran como tu propia familia, aquellas travesuras entre bocatas de mortadela, filete o pan con chocolate que terminaban llenos de tierra porque  caían  en medio de algún regate de media tarde o alguna escaramuza para que no te pillara quien se la quedaba jugando al ¨corre que te pillo¨.
Recuerdo aquellos besos robados mediante acuerdo con cualquier amigo para besar a la niña de mis sueños jugando a las prendas. La verdad es que los recuerdos son precisamente esos flashes que te hace vivir cuando consideras que andar por la vida casi no tiene sentido,  pero sobre todo, aquellos vestigios del pasado más feliz siempre te saca una sonrisa que es como el arco iris en medio de la tempestad emocional.
Cuanto daría yo por poder volver a aquel tiempo pasado en el que si no rozaba la felicidad completa era porque habíamos perdido algún partido importante con el barrio rival, porque nos habíamos ganado algún castigo que nos hacía permanecer en casa o porque alguna tarde esperabas con ansia de noble amor a la niña de tus sueños y esta no salía por culpa de las malditos  deberes o por cualquier otra razón que te argumentaba en una nota escrita en un pequeño papel, impregnado de colonia, que te llegaba mediante alguna amiga que hacía de mensajera.
Cuanto daría por oír de nuevo los gritos de mi madre cuando me llamaba para la recogida y vuelta a casa que siempre demoraba unos minutos más.
Eran aquellos años en los que ni yo había crecido ni la maldad tampoco. No me cabe la menor duda de que antes éramos mejores personas o más inocentes y nobles que las generaciones de ahora, machacadas por un mundo, dicen que más moderno, pero que nos ha convertido a todos en solitarios autómatas que vivimos siempre en la cuerda floja o en la delgada línea que separa el bien del mal.
Echo de menos aquellas tardes de fina lluvia en la que hacíamos esas cabañas de ramajes e imaginación y donde jugábamos a ser mayores. Ahora me gustaría jugar a ser lo de entonces, ese que era feliz siendo un niño y para el que no existía el frio, ni el calor, ni nada. Solo me preocupaba cuando en verano mamá no te dejaba salir hasta que el sol era algo menos virulento. Miraba cientos de veces aquel reloj que parecía que me tuviera manía y que no quería marcar las 8 de la tarde, hora de veda abierta para las emociones de chaval que se bebía los metros hasta llegar donde estaban todos.
¡Qué tiempos aquellos!