martes, 17 de abril de 2012

ESCULTORA DE PALABRAS


Descubrirte ha sido sin duda una  de las mejores sensaciones de los últimos tiempos. Tú has venido a ser en mi vida ese estímulo o acicate que siempre se necesita para continuar con algo que empiezas a desarrollar y que no sabes qué respuesta tendrá.
Escribir siempre había sido una necesidad en mi vida, al igual que empaparme de aquello que siempre pueda aportar algo positivo. Siempre quise saber si todas esas historias que llevo dentro tendrían algún calado o podría ser también la historia de alguien que las lee. Tú me has enseñado el camino, cada palabra tuya ha supuesto una ilusión que me ha iluminado la senda  a seguir, siempre has sabido hacer que esta pasión se haya convertido en un apartado vital de mis emociones y sentimientos.
Cuando escuchas que alguien valora tu trabajo y tu manera de expresar lo que llevas dentro, siempre es algo agradable, pero si esas palabras vienen de una auténtica escultora de palabras que siempre son el referente de muchas personas que buscan literatura de calidad, entonces se engrandece mucho más el sentido de lo que me dices.
Todo lo que acontece en la vida, bueno o malo, siempre tiene un poema que lo explique y que nos lo introduzca en lo más hondo de los corazones sensibles. Siempre hay una metáfora, una rima asonante o consonante, un verso que va, desde lo más fugaz,  a lo más expresivo de un alejandrino que siempre cuenta maravillas a los mortales que vivimos esperando ver otro color distinto en las cosas.
El pan nuestro de cada día son tus poemas que suenan a que un mundo mejor es posible, que el verde es algo más que esperanza, que el azul, como el de tu mirada, es la panacea de lo celestial porque nos llevas al cielo con tan solo unas  palabras que se clavan en la diana del gozo más absoluto.
Desde casi el vientre materno abrazaste el sueño de contar el paso de la vida, de ser los ojos que registraran aquello que debemos saber, pero la vida te ofreció algo más, te escogió como bella ninfa que con la máxima donosura derramara vivencias, sentimientos, pensamientos, pesares y alegrías en el papel eterno en el que se guardarán tus efluvios de pluma categórica.
Millones de palabras grabadas en los mejores altares de la retórica más convincente, esa que entra por la vena de lo cotidiano y que refleja momentos que hacen reflexionar o rememoran momentos que todo ser humano pudo vivir, ese es el gran regalo que los sentimientos de la gente que tiene el buen gusto de la lectura se lleva con tus creaciones.
Tus poemas nos hacen saber más de ti pero nos ayudan a encontrarnos a nosotros mismos y sobre todo son la música celestial en forma de palabras que ayuda a silenciar todos los tumultos de un mundo que va demasiado deprisa y abocado al abismo. Contigo, tal y como tú misma lo dejas claro, todos vamos hacia lo etéreo porque todos alcanzamos un poquito de cielo cuando nos dejamos llenar los pulmones de la mente de tu saber  y de tu fascinante forma de hacer  esa metáfora que embellece  lo bueno y no tan bueno que la vida nos pone por delante.
¿Y tú me dices que disfrutas con lo que hago? Yo a tu lado no soy más que un loco vagabundo de cultura que de forma autodidacta solo junta letras.

¡GRACIAS CARMEN!

FRASCO DE LA MEJOR ESENCIA

Aunque tú creas que mi mente nunca repara en ti, siempre tengo al cabo de cada día muchos momentos en los que siempre estás alojada en mis pensamientos.
Puede que a ti te perezca que soy un ser esquivo y olvidadizo de querencias naturales, pero has de saber que siempre serás mi referente, no olvido ni un solo instante las muchas veces que tuviste que inventarte la vida para sacarme adelante o para estar conmigo en esas situaciones en las que una madre demuestra que es lo más grande.
No olvido que tuviste que estar a la vez conmigo y con los otros hijos, mis hermanos, aquellos que tuviste que dejar entre lágrimas en el amparo de almas caritativas que pudieran estar con ellos mientras pasabas  horas de eternas sillas de hospital, dolores de espalda y pies hinchados por muchas noches de desvelo ante una infancia, la mía, que costaba sacar adelante.
Nunca te viniste abajo a pesar de diagnósticos agoreros que siempre te hacían empañar los ojos de lágrimas al pensar en la razón de tanto castigo injusto.
Siempre mantuviste esa sonrisa que era el icono de mi propia felicidad, pues verte a ti reír era una razón más que sobrada para pensar que tanta infancia sesgada por episodios que te impiden ser un niño, valíó  la pena.
Ahora piensas que olvidé  todo eso y que ya mi mundo gira en otra dimensión que me saca del ayer que juntos vivimos, pero no, no puedo olvidar todo aquello por mucho que mi vida hoy plantee otras circunstancia, otras cosas  que me preocupan y ocupan.
No hay excusa ni razón para justificar que no me deje caer más por  casa y participe de tus preocupaciones y tus problemas, claro que no, aunque has de saber que si a veces no lo hago es por esa cobarde postura de que ojos que no ven corazón que no siente.  Es verdad que mi corazón quiere, aunque no debiera, estar al margen de aquello que pueda ser tu dolor, pero es que sólo de pensar en aquello que pueda perturbarte, sólo de penar que mi cosita ya no tiene motivos para reír es algo que hace que se me detenga el pulso.
Ya sé que piensas  que mejor que todas estas letras que quizás ni leas, sería mejor llegar por allá, la casa en la que crecí, darte un abrazo y un beso y oír todo aquello que tienes que contarme. Tienes razón, como siempre la tuviste,  pero la vida nos mete en una especie de jungla en la que has de sobrevivir aunque para ello tengas que dejar de lado aquello que te forjó como persona.
Aun así, ¨mi vieja¨, nunca pienses que te olvido y que eres menos en mi escala de valores, eso nunca, pues aunque no lo demuestre o no tenga el tiempo de decirte todo lo que debería de hacerte saber, nunca dejarás de ser en mi vida lo más importante.
No tengo muchas cosas que agradecer a la vida,  pero aquello que he de agradecerle es desde luego lo más que se puede pedir, el haberte tenido como madre, el tenerte aun ahí.
Pido perdón por los muchos días que me nombrarás y no estoy, por los muchos días que me esperarás y no aparezco, pero aunque mi voz no te llegue todos los días ni entre todos los días en casa a verte y estar contigo, quiero que no te quepa la menor duda de que no habrá nada en el mundo que pueda estar por encima de lo que siento por ti.
No hay dinero, trabajo, fortunas, besos y caricias de nadie que valga más que tener que agacharme a darle un beso a mi pequeño frasco de la mejor esencia, ¡tú!

CORAZONES EN EL CORAZÓN DE LA TIERRA

Una vez más comparto en mi blog uno de los artículos realizados para ¨Cuencaminera¨.



Sentí   que  me ahogaba, que el aire se hacía denso y difícil de guardar en los pulmones.
Fuera el temporal azotaba con el carácter que se necesita para que impresione en algo tan inmenso como corta atalaya. La nubes se veían paseando a gran velocidad por los bordes de este embudo natural de inimaginables proporciones mientras el agua caía en forma de torrentes incontrolados, como vivaces cataratas que corren  por los bancales que forman las costillas de este símbolo gigantesco de lo que fueron los mejores y más grandes momentos de esta tierra, dispuesta siempre a sorprenderte por mucho que ya la hayas visto antes.
Ese es el inmenso espectáculo que puede contemplarse en un día de lluvia desde la boca  mina creada para el cine y en la que están  encerrados los mineros de hoy, esos que reclaman que este paraíso de bondades de antaño  en forma de trabajo y prosperidad siga siendo el sostén de una comarca que se muere con un incierto futuro y un agonizante presente.
Han pasado muchos días desde que estos hombres decidieran echar un pulso a aquellos que ocupan grandes despachos y han de tomar decisiones que nunca llegan, decisiones que hace mucho que se esperan y que no acaban de hacerse realidad.
Las caras han cambiado el semblante de aquellos primeros días de encierro,  y aunque no lo dicen a las claras, se nota una importante merma moral que también se refleja en ojeras, rostros más languidecidos y huellas de sufrimiento que no disfraza la oscuridad del lugar.
Esa boca mina en la que hacen vida es un decorado que fue realizado  para la película ¨El corazón de la tierra¨, un filme basado en la obra del escritor riotinteño,  Juan Cobos Wilkins, el hombre que más ha venerado ese lugar que ahora sirve de hogar y reivindicación de tres hombres que representan el sentir que creíamos aletargado de una comarca que quiere que vuelva a cobrar sentido lo de cuenca minera.
El resultado vomitado por las urnas el pasado 25 de marzo hace que la situación que se vive sea aun más incierta, pues aunque el fin sigue siendo el mismo, que haya un compromiso firme de transmisión de derechos, ahora ni tan siquiera hay  a quien dirigir las reivindicaciones o no se sabe de quién esperar una respuesta hasta que no se configure el nuevo gobierno de la Junta de Andalucía, lo que indica que, al menos hasta casi finales de este mes de abril, todo seguirá   igual, con unos hombres que se están dejando todo y que van acumulando amargos y eternos días sin respuesta. En ese interior donde pasan los días y las largas noches, puede verse una mesa cargada con multitud de cosas como decenas de periódicos que ayuda a seguir el latido del mundo y comprobar qué se dice sobre el fin que persiguen. También vemos fruta, vasos de plástico con los que van echando tragos de café y agua con los que ir pasando las horas, tabaco, mucho tabaco para templar la larga espera, una repisa en la que tienen perfectamente colocados cosas personales y muchas otras imágenes como una caja con chucherías y golosinas que endulzan los malos ratos que siempre llegan en ciertos momentos. Además de todo eso, entra escalofríos cuando ves los colchones en los que intentan conciliar el sueño, lo que ellos entre bromas llaman, ¨La suite¨, un improvisado camastro en el que se deben sentir muy pequeños cuando el agua y el fuerte viento azota  en medio de la noche.
Así pasa la vida en los días lluviosos en corta atalaya, donde el calor humano de hombres aferrados a su verdad, hace aun más mítica a esta elipse que evoca la grandeza. Si, en lo más grande de este lugar, hay tres grandes hombres que han sumado el latido de sus corazones con el del corazón de la tierra. 

jueves, 5 de abril de 2012

HISTORIAS DE JUEVES SANTO (Ficción)



Jueves Santo, Sevilla, 2 de la madrugada. Como cada año las calles de la capital hispalense se llenaron de olor a incienso y algarabía silenciosa que va impregnando cada rincón de devoción y pasión religiosa. El silencio de la noche solo era cortado por los fervorosos aplausos y los gemidos de emoción que los presentes esbozaban ante alguna ¨levantᨠo ¨Chicotᨠ  que hace enardecer a quienes contemplaban el esfuerzo de los costaleros por subir a Jesús y María al cielo y que lo puedan ver hasta los que ya no están.
El rostro rasgado y ensangrentado del gran poder, la cadencia silenciosa y melodiosa de los varales de las esperanzas de Sevilla, la Macarena y la de Triana, así como el destello inconfundible de los ojos que lloran al contemplar la bondad del Cristo de los Gitanos, son como cada año en estas fechas, las estampas típicas de la ¨madrugᨠsevillana, esa noche especial en la que la oscuridad se mezcla con las claras del día y deja los corazones encogidos hasta que cada venerada imagen vuelve a su templo después de mecerse por la capital de la pasión.
En una de esas noches, un hombre afligido por el dolor de su destino, ha jurado que nunca más volverá a mirar a su  Dios, que jamás se dejará llevar por aquella pasión que siempre puso en sacar al Cristo, aunque se muera de pena al faltar a la cita con los sentimientos.  Ese hombre no ha dejado de creer, pero en sus adentros,  sabe que no podrá soportar la llaga que en el corazón le produce no estar presente, no sentir en su espalda y en su cuerpo la satisfacción de portar al Gran Poder. Se avergüenza de haber obrado mal con lo que más quería, la persona con la que compartió su vida entera y que cambió  por el arrebato de un nuevo amor que fue su perdición.
Él lo sabe, sabe que cambió todo por nada, todo por algo efímero que le aportó satisfacciones momentáneas, pero que nuca hubiera sido  tan verdadero y noble como el sentimiento de quien compartió con él años de felicidad y duros momentos.
Sé dejó llevar por las sensaciones placenteras de noches interminables en las que se abandonaba a los deseos carnales, que poco tienen que ver con los verdaderos sentimientos, pero que pueden cegar a cualquiera. Tuvo  sexo pero no amó, dijo te quiero pero no lo sentía, ahora se ahoga entre recuerdos pero ya es tarde.
Quien dijo que se moría por él, se ha marchado y le ha dejado con la vida del revés, se ha ido después de haber sacado buen partido, como tantas otras veces, dejando a su paso una estela de dolor y heridas que jamás se cerrarán. Ahora él se quedó solo después de jugárselo todo a la carta de menos valor y perder la partida, puede que la última partida.
Su corazón está tan abatido, que ni siquiera es capaz de asomarse a la ventana para ver pasar al Cristo de sus amores y pedirle que le oriente en esta jungla de sinsabores.
Encerrado en casa con la luz apagada, mete su cabeza entre las piernas tapándose fuertemente los oídos para no escuchar la procesión que se aproxima. No quiere ver ni oír, no quiere dar la cara ante aquel al que tantas veces le pidió que jamás le apartara del lado de su amor, ese amor que ahora vaga perdido después de ser abandonado por quien se daba golpes en el pecho y decía  que  era lo que más quería. Se sabe pecador, traidor de noches furtivas en las que besaba otros labios que le abocaron al abismo. Ella, la que  tanto le dio y la que fue engañada, quedó sola después de ver que el motivo de sus desvelos y su lucha, la cambió por otra mujer sin el más mínimo miramiento y comprobando que todo lo que juntos habían caminado, había sido una andadura estéril que no dejó huellas.
La procesión siempre pasa rápido frente a su casa, pero ese día, la imagen del Cristo se frena justo cuando pasa por su ventana.  Algo ha ocurrido, algo ha hecho que se detenga la imagen de Jesús del Gran Poder  en la puerta de su casa.
Ha sido algo casual, el viento ha caído unos cables que han hecho parar la procesión hasta que sean retirados. Ante el incesante sonar de los tambores y cornetas, él se asoma a la ventana y se encuentra de cara con la imagen de su Dios.
Dos lágrimas caen desbocadas por sus mejillas. Él sabe que aquello no ha sido fruto del destino, aquella parada ha sido la evidencia de que su Cristo le echa de menos, le ha notado en falta. Roto por la emoción, suena la saeta y la imagen del Gran Poder se balancea suavemente, como queriendo hablarle y decirle algo. Está tan cerca que casi podría tocar la cara de la talla con sus manos, pero la vergüenza le hace bajar cabeza ante su Dios. Al bajar la mirada, descubre que bajo el balcón está su mujer, aquella a la que  traicionó de forma irracional cambiándola por una sin razón tan vacía como su corazón en este Jueves Santo. Ella también lo mira y llora, mientras él le hace una señal de perdón en medio del más cruento llanto. Finalmente, ella que aún conserva la llave de la que fue su casa, abre y sale corriendo escaleras arriba hacía él. Ambos se funden en un abrazo que ahora sí, sabe a eternidad. Ella le ha encontrado otra vez, él ha encontrado su perdón, pero los dos tienen claro que en esa noche de Jueves Santo, Jesús del Gran Poder les ha vuelto a unir.

AQUELLOS OJOS VERDES



Ahora que la vida me ha llevado por distintos caminos, necesito recordar aquellos tiempos en los que siendo un niño que empezaba a ser hombre, te conocí.
Tú eres una de esas reminiscencias del pasado más feliz de mi vida, aquellos años en los que tan solo tenía una idea en mi mente, ser un adolescente feliz que encontraba en su barrio todo aquello cuanto necesitaba. Desde el primer momento en que te vi supe que nunca serías mía, tenía claro que esos ojos verdes que encontré aquel verano nunca me mirarían de otra manera que no fuera por amistad, pero es cierto que no me importaba, que había una complicidad entre nosotros que iba más allá de lo que podía ser un amor de verano. Siempre tuve la sensación de que para los dos era importante tenernos siempre cerca y sentía que cuando tú estabas,  yo debía ser siempre aquel que velara por tus sueños, el que hiciera realidad que cada día fuera mejor que el anterior, que siempre llevaras en el corazón esa grata  impresión que probablemente, igual que me ocurre a mí, te provoque un cosquilleo especial en el estómago cuando a pesar del tiempo transcurrido recuerdes aquellos años.
Cada tarde una cita en el sitio de costumbre, sitio que aun siendo hoy diferente a lo que era me retrotrae a otra época. Allí  quedábamos todos aquellos que siempre compartíamos horas y horas de risas, historias, besos furtivos, caricias enmascaradas tras los setos de aquella plaza y muchas cosas más que nunca se olvidan, pero mis días de diversión veraniega no eran totales hasta que no te veía aparecer por aquel lugar. Siempre que llegabas yo te dedicaba varias miradas de esas que no se cuentan a nadie, esas miradas que eran como abrazarte sin tocarte, miradas que yo solo podía entender. Hubo mucha gente que pensó que tenía algo especial con alguien que llegaba cada verano de aquellos lugares que baña el mediterráneo, que mi melena de joven rockero indomable tenía unas manos que se perdían entre mis cabellos buscando caricias, pero igual que ocurrió otras veces nunca  tenían razón. Como no hay nada más bello que el silencio, yo me dejaba llevar y me permitía mirarte sin levantar sospechas, recreándome una y otra vez en el resplandor de una mirada que me producía mucho bien sin necesidad de llegar a nada más. Nuestra complicidad fue total, éramos dos personas que se conocían bien, que se sentían cómodos estando juntos y siendo fieles a la única motivación de ver que todo aquello que hacíamos nos hacia feliz.  Yo hablaba durante horas y contaba todo aquello que mi más poderosa imaginación era capaz de exponer para cautivar a aquellos que cada tarde se sentaban en aquel banco siendo el público que disfrutaba con historias muy parecidas a las que hoy plasmo en papel. Cada día llegaba a casa con el pecho henchido y con el alma emocionada de tantos momentos inolvidables. Alguna que otra vez me preguntaba alguien si estaba enamorado, y la verdad es que lo estaba, lo estaba de la vida, que había puesto en mi camino gente como aquella de cada verano, gente como tú, niña de los ojos verdes, que siempre provocaste en mi una sensación que iba más allá de lo que un hombre puede sentir por una mujer. Provocaste emociones, confidencias, caricias de amigos que se daban todo sin pudor de que nadie pudiera pensar algo más. Después de tanto tiempo, recuerdo aquellas noches en las que un reparador masaje me devolvía la vida y me hacia pedir a gritos que el mundo se detuviera en ese instante. Fuiste mucho siendo solo mi amiga, y aunque pueda parecer difícil de entender, puede que la amistad nos aportara más que lo que pudiera haber reflejado en nuestras vidas haber sido amantes de agosto. Hay amores que no se olvidan pero también hay amistades que perduran por siempre y para siempre por encima de cualquier amor. Tan solamente una vez, en uno de esos juegos de adolescentes,  te bese en los labios y eso me hizo saber y sentir que la levedad de un instante como ese es una huella imborrable que queda grabada a fuego en los anales de la felicidad. Yo no fui tu amor de verano, pero amaba ser tu amigo.
Gracias, gracias  a la niña de los ojos verdes, esa mujer de hoy que tras aquellos años maravillosos pudo comprender, al igual que yo,  que la senda de la vida es más difícil que aquellos años en los que sólo jugábamos a ser chavales que se llenaban de vida y vivían ausentes de lo que luego el destino les depararía. Hoy tengo más claro que nunca que hay años en la vida de una persona que marcan una época, que siempre se recuerdan y que son los que te hacen sentir vivo.



AL LLANO DEL CINE

Aun hoy, después de tantos años, recuerdo lo que fuiste en otros tiempos y lo que significaste en mi vida. Nunca podré pagar de ninguna de las maneras todo aquello que me diste, probablemente los mejores años,  aquellos que ya  no volverán. En tus entrañas abruptas de antes, en medio de tu extensa llanura poco uniforme  que conocía como la palma de mi mano, fui creciendo bajo el amparo de tu tierra que cada tarde se impregnaba en mis rodillas de niño como signo inequívoco de que tú jugabas conmigo y eras  feliz viéndome alegre. En ti fui el mejor jugador del momento con goles que siempre estarán en los anales de la historia de tus días de fútbol con porterías marcadas con piedras.
Yo no te conocí en aquella otra época en la que encandilabas a todos con metros de celuloide que cobraban vida y distraían las apuradas almas de aquellos tiempos difíciles, no te conocí en pleno esplendor de improvisada sala de cine a la luz de la luna del verano nervense, pero fuiste igual de mágico   y recree en ti aquellas hazañas de  superhéroes de película mediante juegos.
El paso del tiempo nos fue transformando a los dos, y de la misma manera que mi aspecto iba cambiando a medida que me iba haciendo mayor, también tú, por los caprichos de aquellos que quisieron hacerte diferente fuiste tomando otro cuerpo, otra forma, otra imagen que aun siendo distinta no dejaba de mostrar lo que siempre has sido, el lugar en el que muchos mozalbetes fuimos descubriendo la vida e hicimos todo aquello que siempre serán los más bellos recuerdos  al volver la vista atrás.
De lo rudimentario te convirtieron en alfombra verde que destilaba sosiego,  pero sosiego que se rompía cuando entrabamos en escena aquellos que nos resistíamos a que fueras otra cosa que nuestro paradigma de diversión y juegos adolescentes.  Quisieron cambiarte para así cambiarnos, pero ambos éramos una fusión perfecta que quedaba refrendada entre juegos ancestrales y bocadillos de mortadela que cada tarde forjaban mayores vínculos.
En aquel lugar de manto verde y tardes  sentado en bancos bajo los árboles, fui como tantos otros descubriendo el amor, ese amor de barrio que llega un buen día para hacerte sentir el más afortunado, ese amor que se iba escondiendo entre arrumacos y besos inocentes que formaban secretos de adolescentes que tú sabías guardar  entre tus muros y rincones.
Éramos tú y yo, el barrio y el niño, el niño y su entorno más admirado, su fortín inexpugnable y donde el tiempo se detenía cada tarde mientras miraba los ojos de aquella niña que supo robar el alma del pirata del barrio.
Hoy ya quedan pocos vestigios de aquellos maravillosos años en los que fuiste algo más que el lugar donde crecieron esos hombres  y mujeres que hoy llevan a sus hijos para que, igual que antes, pero ahora convertido en parque, seas la panacea de risas y diversiones de los niños.
Has cambiado mucho ¨viejo llano¨  pero sigues siendo el escaparate del ocio y la más inocente felicidad de los hijos de tus hijos. 

LA VIDA ES ASÍ, DICEN



La mañana ha levantado de una manera especial, es como si le hubiera costado más despuntar a las primeras luces del día, es como si todo lo que rodea o tiene significación con nuestro entorno quisiera permanecer en oscura luminosidad como símbolo de tristeza que embarga a los corazones de todos.
Las calles permanecen en silencio desde hace varios días, una señal de que aquello que se dice de que la vida continúa, puede que sea verdad, pero al menos durante unos días aquí va a costar  recuperar la normalidad, va a costar entender que haya un hueco en nuestras almas donde sólo se aloja la pena, un vacio en nuestro corazón que hace que las personas al cruzarse se miren unas a otras y no haga falta hablar, pues al buen entendedor con pocas palabras basta.
Hoy es una mañana más y ya van unas cuantas, donde desde los primeros albores buscamos respuestas que no encontramos, hacemos preguntas que nadie nos contesta. Somos vulnerables, muy vulnerables, eso es lo único que llegamos a entender.
En cada rincón del pueblo se recuerda a quien se fue de una manera especial y distinta.
Ciertas personas dejan huella por su manera de ser, siempre entregados a los demás, siempre siendo artífice de muchas de las cosas que se llevan a cabo en cada lugar, por eso, todos recuerdan y recordarán siempre a quien siempre estaba para entregar su corazón, para dar todo lo que  tenia.
El tiempo pasará, eso es claro, siempre lo hace de manera inexorable, pero aunque así ocurra, nunca el recuerdo de aquel cuya partida dolió sobremanera caerá en el olvido. Puede, porque es ley de vida, que todos sigamos adelante con nuestros avatares, pero eso no impedirá que cada nervense lleve una erosión en su corazón y una herida en el alma que difícilmente podrá nunca cicatrizar, pues por mucho que pase el tiempo y por mucho que los días vayan amaneciendo con otro color distinto a esa oscuridad que hoy siembra de luto todo los rincones, siempre llevaremos grabado a fuego la imagen de ver cómo hay que dejar en el ¨huerto de almas¨ una de las semillas que más frutos de alegría y amistad ha dado a todos.
Siempre se han oído frases que cuesta entender, como cuando se dice ante la implacable llegada de la muerte que es ley de vida, pero lo que debería ser una ley a cumplir es que las personas no deberían marcharse de manera prematura, no deberían dejar  corazones huérfanos que quedan destrozados para siempre aunque el mundo siga con su curso rutinario.
Otra máxima que no debería de producirse nunca es que una madre o un padre, con parte de su camino andado y  muchas vivencias sufridas por el desgate de la vida, tenga que ver partir a un hijo para no regresar jamás. Si hay algo que supera al dolor que supone la muerte de alguien que no ha cumplido con su ciclo ni de lejos, es ver el alma rota y el desgarro de una madre llorando al ver que se marcha aquel por el que daría la vida.

La vida es así, dicen, pero yo no puedo entenderlo.