Te tengo tan presente que otra vez, con motivo de la lluvia, ha vuelto tu recuerdo hacia mí, como siempre ocurre en cada día lluvioso.
Las nubes y las gotas de lluvia, primero han nublado mi capacidad de superación y después han refrescado aquellos momentos que, a pesar del tiempo transcurrido, no consigo sacar de mi mente, ese lugar en el que siempre estás presente, como si fueras un estigma que no puedo ocultar ni ignorar.
Me prometí que me iría a un lugar donde hubiera pertinaz sequia, para que la lluvia nunca más me trajera tu recuerdo, pero sigo anclado en la borrasca de mis sentimientos y jamás llega el anticiclón de mis ilusiones.
Han pasado muchos años, lo sé, ni el más inmenso pantano soportaría tantos días de lluvia, pero en mi corazón caben todos esos litros de recuerdos que, aunque me ahogan, me hacen evadirme a otros tiempos mejores, aquellos en los que los dos siempre decíamos que no había día más maravilloso que aquel que se recibía con un beso bajo el caer incesante de la lluvia.
Hace poco me enteré que ya tienes otro paraguas en el que refugiarte, que ya no necesitas que yo te salga al encuentro para empaparnos juntos y acabar el trayecto entre risas.
Aun recuerdo cuando secaba tu piel de seda y pensaba que nunca habría en el mundo un tacto más agradable. Eran esos momentos en los que me decías que mis manos sobre tu cuerpo eran el mejor de los finales para un intenso día. ¡Qué lejos están ya aquellos años, pero que latente los conservo!
En fin, así transcurre otro día y otra tarde en la playa del olvido a ritmo de gotas de lluvia que se me siguen clavando como balas de fusil. Una vez más vuelvo a lanzar una botella con otro mensaje dentro. Sé que nunca lo recibirás, pero pensar en la posibilidad de que lo hagas me mantiene vivo.
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