Tras algunas semanas metido en un
agujero ficticio pero profundo y agónico, vuelvo a la superficie de la vida
para intentar seguir en un mundo en el que, aunque ya no tengo demasiadas
razones para querer tirar hacia adelante, siento que he de continuar aunque sea
solo por no amargar la existencia de aquellos que no conciben que me haya
cansado de luchar, aquellos que no entienden que llega un punto en el que ya
prefieres bajar los brazos y abandonarte a lo que quiera el azar , que al fin y
al cabo, es lo que siempre ocurre pues todo aquello que pasa o no pasa es cuestión
siempre de ese ¨trilero¨ llamado destino.
No quiero que parezca que soy la persona más desgraciada del mundo, por supuesto que no, pues soy consciente de
que hay gente que tiene problemas que de verdad son problemas que marcan una
diferencia abismal comparado con los míos, pero es cierto que, como dijo alguien, no existen grandes ni
pequeños problemas sino gente con más o menos capacidad para superarlos. Yo no
es que tenga menos capacidad que nadie para salir a flote tras algunos
problemas de salud, lo que no tengo es más moral para continuar con una lucha
que se ha convertido en algo estéril
tras meses y meses de ilusiones pensando que toda esa batalla derramada serviría
para algo. Ahora bajo los brazos, ya no quiero seguir marcando unas pautas que
en nada han servido para que mis pulmones se oxigenaran con un merecido aire
que a mí no se me reparte igual que a los demás. Han sido largos periplos de
pruebas y más pruebas, diagnósticos unos tras otros que se desdecían entre
ellos, en fin, un periplo que es mejor olvidar porque a estas alturas ya no sé
si hace más daño la enfermedad en si o todas las secuelas marcadas a fuego en
mi mente por todo lo que me ha tocado ir oyendo.
No quiero, y lo digo una vez más, señalarme como una víctima de nada ni ser presa de ese
victimismo que algunos pueda entrever.
Yo, lo único que quiero con todo esto que digo y plasmo aquí, es que la gente
comprenda que aunque pasar por una enfermedad determinada es algo que nos puede tocar a todos, no todos corremos la
misma suerte, y aunque afortunadamente lo que yo padezco no es para morirme, al
menos todavía, es cierto que toda una serie de desatinos y de reglas marcadas
que no han solucionado nada a pesar de seguirlas a pies juntillas, pues hace
que al final tires la toalla. Ningún médico va a reconocer que se ha equivocado
o que algunas actuaciones no han servido para corregir el problema, todo lo
contrario. Al final de todo esto te agazapas en los brazos de la suerte y que
sea lo que quiera la divina providencia, porque además de que estás enfermo y
que no te acaban de solucionar tu problema, encima te hacen sentir que el
culpable eres tú.
Pero bueno, como siempre digo se puede
tener un día malo o muchos días en los que no quieres más que aislarte en algún
lugar donde nadie te vea, pero pasados esos días siempre aparece el ser fuerte
y tenaz que siempre fui. Ha llegado el momento de dejar las lamentaciones, ha
llegado el momento de no dejar de lado aquello que me produce bienestar. Tras
algunos días en playa de la soledad y la meditación más interna, llega el
momento de izar velas y con el barco de surcar océanos de desavenencias, poner rumbo a la vida. Cada minuto que pienso en el pasado es un minuto que le quito al
presente.
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