jueves, 11 de agosto de 2011

LA FE HA DE SER ALGO ASÍ

Sí, como todos saben yo no soy una persona especialmente creyente o nada creyente, pero es cierto que a veces, cuando el miedo te puede, necesitas agarrarte a lo que sea aunque solo sea por si acaso.
Les pongo un ejemplo y espero que nadie se ofenda por ello. Cuando estaba ingresado en el Macarena para ser operado, me di cuenta estando en la habitación 212 del mencionado hospital que había en las paredes una serie de estampas y almanaques de santos y vírgenes que otras personas habían puesto allí, a buen seguro, para pedir fortuna en los lances de enfermedad que a veces todos tenemos que superar.
Es curioso. A mi todo eso de los santos las adoraciones y demás me provoca mucho recelo, pero no le dí la más mínima importancia, es más, incluso hasta me sentía como más arropado.
El miedo a veces nos puede tanto que incluso nos convertimos en otras personas. El día que me llevaban para la sala de operaciones, miré de reojo esas estampas y me encomendé a esa ayuda divina que jamás antes había pedido.
Una cosa está clara. A veces es bueno creer en algo, ya que siempre es positivo pensar que, incluso en las situaciones más irreversibles, hay siempre una tabla de salvación en medio del océano de las penalidades.
Es por ello que la fé, ha de ser algo más o menos parecido a esto:

“La Fe, dice Dios, es un gran árbol, un roble arraigado en tierra firme. Y bajo las alas de ese árbol la Caridad, mi hija la Caridad, ampara todos los infortunios del mundo.
Pero mi pequeña esperanza no es nada más que ese pequeño brote que se anuncia justo al principio de abril.
Y cuando se ve el árbol, cuando miráis el roble,
esa ruda corteza del roble,
esa dura corteza rugosa, cuando veis tanta fuerza y tanta dureza, ese pequeño brote ya no parece nada.
Parece salir del árbol, no poder ser nada, no poder existir sin el árbol. Y, efectivamente, sale del árbol, de la axila de sus ramas y ya no puede existir sin él.
Pero es lo contrario, es de él de donde todo procede.
Sin un brote que apareció una vez, el árbol no existiría.
Sin esos miles de brotes, que llegan una vez a principios de abril, nada duraría. Sin ese brote, que tiene aspecto de poca cosa, que no parece nada, todo eso no sería sino leña muerta.
Y la leña muerta será arrojada al fuego.
Lo que os confunde es que esta corteza ruda os desuella las manos; y no movéis el tronco del hombro ni una milésima de milímetro, ni, con el pie, podéis hacer que se mueva una de esas gruesas ramas, mientras que el brote no resiste nada bajo el dedo y simplemente con la uña, el primero que pase hace saltar un brote, el cual, una vez desarrollado, os daría una rama más gruesa que el muslo.
Pues es más fácil, dice Dios, destruir que crear;
Y hacer morir que hacer nacer;
Y dar la muerte que dar la vida.
Por otra parte yo os digo, dice Dios, que sin ese brote de abril, sin esos miles, sin ese único brotecito de la esperanza, que evidentemente todo el mundo puede romper, toda mi creación no sería más que leña muerta,
Y la leña muerta será arrojada al fuego.
Y toda mi creación no sería más que un inmenso cementerio”.

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