viernes, 26 de agosto de 2011

LLANTO DESPUÉS DE FERIA.


Una vez terminadas las fiestas de San Bartolomé, un periplo que evoca alegría en nuestro pueblo, llegan después unas fechas absolutamente terribles y que están clavadas en los anales de la historia de éste nuestro municipio como las más trágicas páginas de nuestra historia, ya que muchos nervenses, por motivos de la sin razón, murieron en aquellos días en los que las tropas entraron en nuestras calles en aquellos años en los que la gente de nuestro  pais se mataba hablando el mismo idioma, una guerra entre hermanos que forma parte de nuestras vergüenzas  más históricas, algo que jamás debe de repetirse y que por ello, para que nunca más se repita un episodio así, debemos de recordar siempre lo ocurrido. Tal y como reza una frase mil veces pronunciada y escrita, ¨Aquel que olvida su pasado está condenado a repetirlo¨  y eso no debe de pasar.
En los días posteriores a aquel San Bartolomé de 1936, Nerva se convertiría en uno de los lugares más masacrados de la provincia de Huelva y Andalucía. Incluso bombardearon nuestro pueblo, mientras que gente inocente era llevada al paredón que se improvisaba en cualquier sitio para sesgarles la vida sin motivo alguno, sin ninguna razón, si es que hay razones para matar a una persona. No habían cometido delito alguno, pero las tropas nacionales vinieron a Nerva a dejar un rastro importante de desolación que jamás olvidaremos, un reguero de huérfanos y viudas que aun hoy cuentan terribles testimonios. El tiempo no juega en nuestro favor para indagar en lo sucedido, ya que algunos de esos testimonios, producto del inexorable paso de los años, se ha llevado la mayoría de esas voces que contaban lo ocurrido con lágrimas en los ojos.
El 26 de agosto, así como el 27, tuvieron dramáticos momentos que nunca deben acallarse, nunca deben ser sepultados en el recuerdo, más bien, ha de alzarse la voz cada año para que siempre honremos la memoria de aquellos que dejaron este mundo enfilados por la mira del fusil del represor.
Agosto es el mes grande de todos los nervenses. Un 7 de agosto dijimos que éramos independientes, un 24 celebramos el día de nuestro patrón, pero agosto es también recuerdo, dolor y llanto por aquellos que defendieron sus ideales hasta pagarlos con su sangre, así como  aquellos que murieron casi sin entender el motivo.
Con el apagado del alumbrado en cada último día de feria evocamos el luto que siempre esta tierra ha de llevar por lo ocurrido en la última semana del mes de agosto de aquel año, 1936, el año en que nuestro pueblo se convirtio en un innecesario martir del brazo ejecutor. 

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