jueves, 16 de junio de 2011

RECORDANDO...

ANTONIO ¨CALAMINA¨, SENSACIONES PARIDAS DE ENTRE SUS MANOS

Muchas son las expresiones del arte. Cada modalidad, cada disciplina en la que un artista derrama sus cualidades y sentimientos, aderezados con la sensibilidad y la pasión de lo que se hace, son motivos  que en los ojos de los demás se convierten en inyecciones de vida y rotura de la monotonía.
A mi juicio, el arte no puede entenderse sin algunos factores que le hacen especial. Uno de esos condicionantes es la impronta, la capacidad de concretar algo que queda plasmado en lo sobrecogedor  y que ha surgido sobre la marcha, sin ceñirse a nada premeditado,  como producto de la confianza en uno mismo al dejarse llevar por lo que te pide tu mente, tu cuerpo, tu estado  anímico. Otro de esos factores que hacen del arte una ciencia es lo contrario, el engendrar algo teniendo la capacidad de plasmarlo tal y como se ha pensado, obteniendo un resultado de fidelidad que siempre satisface.

Antonio Moreno Rodríguez, ¨Calamina¨, es la demostración de que la vida tiene un sentido y que todo puede ser moldeable. Antonio nace el 14 de julio de 1947, desde pequeño dejó claro que su visión de las cosas era diferente, sus muchas conjeturas con algo tan relacionado con la infancia, ¨el barro pipote¨, ya era un claro síntoma que hacía prever que las manos de Antonio tenían un don especial, la capacidad de dar vida a lo inerte con solo tocarlo.

Antonio fue un niño normal, muy de sus cosas, de su familia, de sus amigos, capaz de emocionarse fácilmente y de hacerte emocionar con facilidad.  Con él puedes darte cuenta que, por brusco, tosco, burdo y oscuro que sea algo, puede convertirse en el más categórico símbolo de  belleza, como cual patito feo y amorfo que se hace el más bello y apuesto cisne.
Las obras de Antonio son como pequeños hijos que nacen de entre sus manos, unas manos rudas y acostumbradas al trabajo, pero que también se modelan en sensibilidad que se derrama a borbotones para engendrar la simbiosis perfecta entre autor y materia.
Este singular hombre, el que más obras sobre motivos de mina tiene en España, ha sido minero, por lo que nadie mejor que él para saber cómo reflejar los gestos de fatiga de aquellos que empeñaban su vida en conquistar las riquezas de esta tierra. Es también un hombre apoyado en la religión, faceta esta que le ha servido también para que sus muchas figuras de imaginería tengan una expresividad única, consiguiendo en ellas esos rasgos que solo puede conseguir quien se emociona y siente de verdad. Nadie mejor que él para plasmar un legado de materiales perdurables con el que dejar patencia de nuestro entorno, nuestra historia, las muchas muescas de una tierra a la que se le ha sacado los años de bonanza de tiempos pasados.

Después de años trabajando en la minería, paso al departamento de dibujo del coloso minero, situación que le posibilitó poder dar rienda suelta a todo aquello que su cabeza era capaz de procesar, eso hizo que Calamina tuviera la posibilidad de desarrollar un trabajo más acorde con lo que de su corazón latía.

Calamina tiene su mundo particular, ese en el que se refugia para dar rienda suelta a todo lo que palpita de su mente y exterioriza con sus manos. En su garaje, su fábrica de sueños,  podemos encontrar la panacea de lo cautivador, ese lugar que te hace ir a otro mundo en el que las siluetas y las formas, los semblantes y el movimiento de sus figuras, son como categóricas afirmaciones de lo posible dentro de lo imposible. A ritmo de sones flamencos, su otra gran pasión, Antonio hace posible el milagro de la conversión de un algo en un todo solo con quererlo conseguir, con tocarlo y esculpir a golpes de sentimientos y corazón lo que su personalidad arrolladora concibe. Sus creaciones son asombro de quienes piensan que las cosas son lo que son, que no hay nada más allá de lo normal, por eso, ante la oportunidad de contemplar alguna obra de este singular escultor, modelador de sentimientos, o forjador de bocetos que luego toman las dimensiones que existen y las que no, las palabras se evaden de la mente porque no es fácil describir lo que ves,  ya que lo creado por Antonio es como un buen tercio flamenco, tiene emoción, profundidad, complejidad, fuerza, sensibilidad y sobre todo belleza.

Hablar de las obras realizadas por ¨Calamina¨ es caer en el error de que algo se te olvide, pues a sus 62 años, este es uno de los artistas más prolíficos en obras de distinta índole y vertientes muy diferentes como el bajo relieve, bulto redondo, la soldadura y otras formas de hacer que tiene diversos procesos hasta llegar al proceso final, ese final que es resultado de un periodo de gestación en el que el artista no solo pone su trabajo, pone parte de su vida.

 De los proyectos más impresionantes por su dimensión son:  La mina de interior que se puede contemplar en el museo minero de Riotinto, donde se puede vivir hasta la agonía que los mineros sentían bajo tierra;  El monumento ¨Puerta de la Sierra¨ en Campofrío,  de impresionantes dimensiones y representando una escena fiel de la sierra onubense; El grabado de la entrada del Museo Vázquez Díaz, con el material y los colores que han representado el tesoro que está tierra abrió para sus gentes  y otros muchos que son poemas en movimiento que hablan por sí solos allá donde están.

El deslizar de las manos de Antonio, es como la mano del guitarrista que araña las cuerdas sacando un sonido único pero sin la más mínima sensación de dificultad.
Los utensilios que utiliza para sus creaciones, son como la batuta del más diestro director de orquesta, consiguiendo una sinfonía perfecta de armónicos sonidos que convierten la tarde de un garaje en un espectáculo que anuncia que algo grande se está gestando desde el silencio, sin aspavientos, pero vertiendo amor por doquier.

Hay personas que visten como artistas, se mueven como artistas y hablan como tal, pero Antonio es grande por el arte que tiene para pasar camuflado entre los artistas, siendo más artista que el que con más arte se vista. Jamás apabulla a nadie queriéndole hacer comprender lo que ha hecho o queriéndole meter por los ojos aquello a lo que tanto tiempo ha dedicado, entre otras cosas porque no lo necesita, porque solo hace falta ver lo que hay que ver, para darte cuenta de que el arte, su arte, no necesita promoción ni cultas palabras que lo engrandezca, solo hay que mirar para darse cuenta de que lo que contemplas  no necesita de rimbombantes adjetivos, es arte sin aditivo alguno, es el estruendo que forma la verdad al caer por su propio peso.

 Con Antonio y todo lo que de sus manos ha salido, solo hay que respirar, llenarse y empaparse de lo que estás viendo para que, de la forma más natural y llana, te salga de dentro eso de…¨Viva la madre que te pario¨

Como siempre, nunca he sido amigo de hacer un currículum de nadie, siempre me gustó transmitir a todos mi visión personal del artista en sí y sus obras.
Este año, tengo la sensación, más que nunca, que me faltaron palabras y papel para poder llegar a modelar con palabras la figura de este escultor,  soldador, dibujante, pintor, modelador y lo que a él le dé la gana.
Sin más, solo quiero terminar diciendo lo siguiente:
¨No es cierto que para ser un mito haya que morir.¨


Escrito por Javier Campos en LA REVISTA NERVAE 2009

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