viernes, 30 de septiembre de 2011

NO HAY TORMENTA QUE SIEMPRE DURE. (Ficción o Realidad)


Daría lo que fuera necesario por meterme en tu cabeza y saber qué piensas, que valoración haces después de casi dos décadas de nuestra separación.
Ambos fuimos muy felices, pero quizás por la edad, siendo tan joven, tú pensabas que la vida aun podía ser más de color de rosa, aunque la nuestra fuera agradable, salvo pequeñas rencillas que, cómo habrás podido comprobar, existen en cualquier relación que se afronte.
Tú, siendo tan niña dabas demasiada  importancia a cosas que realmente no la tienen, pero hoy habrás llegado a la conclusión de que la vida de pareja es algo más que un sueño idílico del que no quieres despertar. La vida en pareja, es tener que pasar buenos y malos momentos, es pasar dificultades que cuando se superan te hacen más fuerte.
El verdadero amor no es aquel que va ser una balsa de aceite en todo momento, eso no existe, pues no hay pareja que no haya estrechado sus lazos más fuertemente si no ha tenido altibajos.
Pensaste que decir, ¨si quiero¨ en un altar, no era más que algo que se dice en el momento y que se puede cambiar después, a las primeras de cambio.
Me dijiste en su momento que estabas decepcionada, quizás porque tu castillo de princesa y tu sueño de vivir con un príncipe azul quedó desmoronado por el rigor y lo categórico de la realidad. Yo, algo más mayor que tú, aunque solo unos años, te dije que algún día recordarías lo que juntos vivimos y te darías cuenta de que lo nuestro, en verdad era especial, era lo que hoy querrías volver a tener después de vivir en tus carnes la crueldad de otras relaciones que hacen que la nuestra fuera de verdad.
Yo te quería como a nadie había querido en el mundo. Te idolatré tanto que, a pesar del dolor que me produjeron tus palabras, siempre alimenté la idea de que volvieras a mis brazos, porque pensaba que cuando vieras el mundo real y te dieras cuenta de que cada abrazo mío era el más sincero, volverías reconociendo que separarnos había sido un error.
Sin embargo eso no ocurrió. Fueron largas noches de espera e insomnio que nunca sirvieron para nada, porque por más que te esperaba cada noche durante muchos años, nunca volviste, nunca hubo un llamada que dijera… ¨Ven, volvamos a empezar¨.
Todo ser humano llora hasta que ya no le quedan lágrimas, todos soportamos dolor hasta que llega un momento en el que nuestro cuerpo se habitúa y deja de sufrir, se hace inmune. Yo, creo humildemente que lloré muchas veces sin motivo, no solo por la pena de que me dejaste, sino porque en mi mente me sentía culpable de todo, cuando mi único error fue quererte, quererte tanto como para creer que tu sufrimiento era mí culpa, aunque a nadie le importara el sufrimiento mío.
Ya ves, la vida es así de caprichosa en cada vuelta que da. Durante muchos años imploré a Dios para que volvieras y ahora, cuando ya no quiero que vuelvas, cuando ya me curé la adicción a ti, ahora tengo la impresión, aunque puedo estar equivocado, que me echas de menos, que piensas que nunca debiste dejarme porque con el tiempo, has sabido que nadie te quiso como te quise yo.
Eso es lo malo, a veces nos damos cuenta de las cosas cuando ya es demasiado tarde o queremos subirnos al tren cuando está en marcha y ya no hay retorno, sin pensar que cuando estuvo parado no pensamos en tomarlo.
Puede que esto parezca una dulce venganza, una forma de decir al mundo que yo tenía la razón. No, esto no es más que una reflexión que incluso a mí me duele, porque aunque nunca te importara mi dolor, ni aquello por lo que estaba pasando, a mi si me importa que la vida te haya tratado mal.
 Ya es tarde, está claro,  no puedo quererte porque ahora hay alguien que supo entenderme y recibir de buen agrado todo lo que he sido capaz de darle, devolviéndome  a cada segundo, una reparación a años de dolor con solo un beso y un te quiero...eso que a ti tanto te costaba. 

martes, 27 de septiembre de 2011

LUCILLE, LA SUERTE DE AMARLA. (Ficción)


Como muchas veces he dicho, siempre pensé que la suerte es algo en lo que todos pensamos, pero tenerla o no tenerla es algo que depende en cierta manera de todos y cada uno. Siempre mantuve que la suerte no se tiene, hay que buscarla y, que lo que algunos llaman tener el santo de cara, no es más que el producto de lo que se ha trabajado. Por ejemplo, aquel que triunfa en los negocios y se hace de una fortuna, no es porque haya tenido suerte en la vida, sino porque se lo ha trabajado, ha luchado su propia fortuna. En definitiva, el azar, los golpes de suerte que llegan de forma inesperada es algo que para mí, nunca ha tenido razón de existencia, siempre pensé que eso no era posible.
Sin embargo hubo algo que me hizo cambiar de opinión. Aunque básicamente sigo manteniendo el mismo pensamiento sobre lo que depara el destino, es verdad que lo que me ocurrió me hizo reflexionar de forma meditada sobre ciertos aspectos de la suerte o el destino. Por ello llegué a la conclusión de que, cada individuo tiene su vida y todo lo que ha de pasar de forma escrita o establecida, quizás esa sea la razón más lógica a lo que me ocurrió a mí.
Me encontraba en París, emblemática ciudad a la que había ido durante un mes para asistir a un intensivo curso de gestión de empresas. El día de regreso ocurrió algo que, sin saber cómo pudo ocurrir, sirvió para cambiar lo que hubiera sido el curso de mi vida.
Durante ese mes estuve trabajando codo con codo con algunos compañeros que realizaron el mismo curso que yo. Una de esas personas era Lucille, una chica francesa que, en cierta manera, había tenido una química importante conmigo. Aquello estaba claro que era más que una relación de amistad o compañerismo, pues en varias ocasiones, Lucille me dejó ver a las claras que sentía una fuerte atracción por mí.
Yo le hable de mi familia. Le dije que estaba casado con una mujer maravillosa y que tenía dos hijos preciosos que no cambiaría por nada del mundo, pero aun así, ella seguía insinuándose ante mí de manera escandalosa. Creo que era tan evidente lo que estaba pasando que incluso otros compañeros me llegaron a decir que era muy afortunado, que mi viaje a Paris estaba resultando más entretenido de lo que cabía esperar.
A todos, absolutamente a todos, traté de explicarles que no había tenido nada con aquella mujer, que ella me acosaba pero que nunca traicioné la confianza de la mujer que me esperaba en España. Tengo la certeza de que nadie me creyó, pues cada mañana cuando bajaba al restaurant del hotel para desayunar todos me recibían con esa sonrisa malévola, claro indicador de que pensaban que mis noches eran muy moviditas.
Traté de no darle importancia, pues yo sabía que no había tenido ninguna aventura con aquella mujer, tenía mi conciencia tranquila pensaran lo que pensaran.
Así transcurrió todo el mes de estancia en el bello Paris.
Finalizado el curso, me disponía a salir para España al día siguiente de la clausura de ese periplo de formación. Tenía reservado el billete, no se me olvidará nunca, para el 14 de marzo a las 19.00 horas. Ese mismo día 14 me despedí de todos los compañeros por la mañana y, tras unas copichuelas, me puse a preparar la maleta y todo lo rutinario para el viaje de vuelta. Pensaba salir para el aeropuerto a las 18.00 horas, pues no había excesiva distancia entre el hotel y el aeropuerto Challs Degaulle.
Sin embargo, a eso de las 17.30, cuando había terminado de ducharme sonó la puerta de mi habitación. Cuando abrí me llevé una sorpresa, era Lucille.
¨¿De mi no pensabas despedirte?¨, me dijo mientras yo la recibí en la puerta semidesnudo, cubierto solo por la toalla. Traté de explicarle una vez más que conmigo no tenía nada que hacer, pero se introdujo en la habitación y metió su mano por debajo de mi toalla.
Quise quitármela de encima, pero la sutil manera de tocarme me hizo perder la cabeza y algo más.
La eché en la cama y, sin pensar en nada más, hice buenos todos esos comentarios que apuntaban a que ella y yo estábamos liados. Fue una sesión de lujuria espectacular. Aquella francesita me demostró porque las mujeres de ese país han sido siempre un icono de erotismo. Me abandoné del todo, hicimos el amor una y otra vez, hasta no poder más. Entre orgasmo y orgasmo pensaba que aquello no estaba bien, me sentía culpable, pero al poco tiempo, la excitación volvía a sepultar mi conciencia de marido modelo. Cuando me di cuenta, nos habíamos pasado 4 horas sin parar de hacer de todo lo que se pueda imaginar en el mundo de las poses sexuales. Aquel volcán de pasión llamado Lucille, me dejó tan abstraído que ni siquiera recordé que mi avión salía a las 7 de la tarde y eran más de las 8.
Después de aquello y de saber que había perdido el avión, quise recomponer la cordura.
Pagué en el hotel y me fui a otro más lejano para pasar la última noche lejos de Lucille y evitar más tentaciones. Ya en el nuevo hotel, me dispuse a cenar para acostarme temprano y coger al día siguiente el primer avión para España. Cuando estaba en el comedor me quedé atónito e inmóvil como una estatua viendo los informativos de televisión. El avión que Salió para Barcelona a las 7 de la tarde, ese avión en el que yo debí de partir, se había estrellado y no hubo supervivientes.
Mi revolcón con Lucille, algo que en condiciones normales jamás habría ocurrido, me salvó la vida, pues de haberme resistido a sus encantos y haber cogido aquel vuelo, hoy no estaría contando esta historia.

ÁNIMA DE LOS MONTES (Ficción)


Venía realizando el camino de vuelta después de una dura jornada de trabajo.
Cada día tenía que hacer unos 90 kilómetro de carretera para llegar a mi puesto laboral en una fábrica en la que trabajaba como encargado de producción. Muchos compañeros de la fábrica, que también son de distintos pueblos de la provincia, con el tiempo terminaron cambiando de vida y comprándose una casa en la capital, pero yo no, yo me resistía a abandonar la que desde siempre había sido mi casa y aunque me pusiera en riesgo teniendo que ir y venir prefería hacerlo así.
En mi pueblo era donde además me relajaba y me olvidaba de muchas presiones que tenía por cuestiones laborales, pues aunque siempre fui un tipo que no tuvo problemas con nadie, últimamente, por tener que hacer con cierta autoridad mi trabajo de encargado, me había ganado algunas enemistades, aunque realmente no le daba demasiada importancia. Aquel día en el que como dije venía de vuelta, la carretera estaba bastante mojada por las lluvias que habían caído durante la tarde, lo cual provocó que, a medida que la noche se vino encima y bajaron las temperaturas, se formaron distintas placas de hielo, uno de los aspectos más traicioneros para los conductores.

Yo no prestaba demasiada atención en la conducción ese día, algo que ocurría con frecuencia sobre todo en el viaje de vuelta cuando ya vienes cansado de toda la jornada laboral. De repente, en decimas de segundo, el coche me patinó a una velocidad de unos 120 kilómetros hora y se convirtió en algo ingobernable. Traté de hacer todo en los pocos segundos antes del impacto, gire el volante una y otra vez tratando de quedarme con la dirección, frene hasta casi traspasar el suelo de coche, pero todo fue inútil, me fui contra un gran acantilado de muchos metros de profundidad.
Hubo momentos antes de perder la conciencia que me dieron la impresión que duraron horas, una situación angustiosa que me hizo perder todo el control hasta el punto de no saber si estaba dentro del coche, si salí despedido, en fin, dantesco.
Después de más de treinta vueltas de campana en caída, por fin el coche se paró y pude darme cuenta de que no estaba muerto, estaba aprisionado por un amasijo de hierros que provocó que no tuviera sensibilidad en las piernas, poco después, caí en un profundo sueño que  ya no podía controlar, me abandoné y pensé que quizás ese era mi final.
La situación, como podrán imaginar no era muy favorable, aquel accidente necesitaba de una rápida actuación, pero yo había caído por una carretera poco transitada a esas horas, de noche y a un montón de metros de dicha carretera, por lo que la mala suerte estaba echada, solo un milagro podía hacer que alguien se diera cuenta de que un coche había salido escupido por el acantilado.

Aunque perdí la conciencia, de vez en cuando tenía pequeños flashes en los que recobraba el sentido. En uno de esos momentos de lucidez, mire el reloj del salpicadero que seguía funcionando, habían pasado tres horas desde el suceso y seguía allí, perdido en aquel agujero sin que nadie viniera a auxiliarme.
En ese breve instante de cordura, también pude darme perfecta cuenta de que mi inmovilidad era cada vez mayor y seguía sangrando mucho.
Cuando ya tenía perdidas todas las esperanzas, siento que alguien está merodeando por los amasijos del coche, es alguien que trataba de abrir la maltrecha puerta de mi lado.
Casi sin fuerzas, empiezo a gritar como un loco pidiendo ayuda y fugazmente veo la silueta de un hombre que trataba de acceder al coche, un hombre con pintas harapientas, densa barba y pelo largo. Tras algunos golpes sobre la puerta consigue abrir pero yo estoy atrapado, sin poder ni moverme, él empieza a registrarme y me dice si tengo algún móvil para poder llamar a los servicios sanitarios. El puto móvil no aparece por ningún lado, pero de momento ese hombre empieza a correr cerro arriba y me deja allí.
Yo suplicaba que hubiera ido a parar a algunos de los coches que pasaran por allí, pero yo mismo sabía que por ahí, por esa maldita carretera los vehículos pasan solo cada cierto tiempo. Finalmente aquel hombre vuelve al lugar del accidente y me dice que todo está en marcha, que aguante, que pronto vendrán a por mí.
Yo iba perdiendo el sentido y recuperándolo una y otra vez, pero cada vez las pausas de inconsciencia eran mayores. En todo momento pude comprobar que aquel hombre estaba a mi lado, sin moverse del lugar donde estaba el coche.
Al cabo de unos 30 minutos y cuando mi vida ya casi expiraba, oigo a ese hombre decir que llegan los sanitarios, quienes después de alumbrar con potentes linternas han dado con mi posición. En ese momento, aquel tipo sale corriendo como escondiéndose de algo y desde lejos me pide que diga a nadie que  le había  visto.
El servicio de emergencias llega acompañado de bomberos que tras cortar los amasijos en los que había quedado mi coche, me sacan de allí y me meten en una ambulancia rumbo al hospital a gritos de…¨¡Acelera, acelera que no llegamos!¨

Horas después ya desperté en un hospital y toda mi familia estaba al lado de mi cama, impacientes, esperando que despertara. Los médicos dijeron que había perdido mucha sangre y que de haber tardado más tiempo habrían tenido que amputarme la pierna derecha.
El médico fue tajante, ¨le debe usted la vida a quien diera la llamada de socorro.¨

Todos, médicos y familia me preguntaron sobre aquella persona que me ayudó, pero recordando lo que me dijo aquel hombre, simplemente dije que no me acordaba de nada, que solo recordaba su voz y que salió en busca de ayuda porque mi móvil no aparecía.

Con el tiempo me recuperé y todo volvió a la normalidad, aunque ya cada vez que tenía que ponerme en carretera lo hacía muy condicionado por lo que me pasó.
A veces, cuando regresaba del trabajo, me paraba a un lado de la carretera en el lugar donde me salí y me ponía a contemplar aquel acantilado. Hacia eso por reflexionar sobre aquel momento, pero también con la esperanza de poder ver algún día a aquel hombre que me salvó la vida con su acción.
En una de las veces que me paré en aquel lugar, al poco rato apareció otro coche que paró al lado del mío. Un hombre salió del vehículo y me preguntó si ocurría algo, si tenía alguna avería o algo así. Tras decirle que todo estaba bien, le ofrecí un cigarrillo y estuvimos hablando durante unos minutos, le conté porque estaba allí parado y aquel hombre me dijo algo que me dejó helada la sangre de las venas.
¨Ha tenido suerte, el que le ayudo estoy seguro que era el que por aquí llaman Ánima de los montes, un tipo que falleció en esta misma carretera y que según dicen se le ha aparecido a muchos conductores en determinados momentos como advirtiendo de peligros y demás.¨

Aquello me dejó fuera de juego, no podía parar de darle vueltas al tema, aunque en realidad pensaba que tenia que haber algo más lógico y que no estuviera fundamentado en una leyenda urbana, pues yo mismo llevaba muchos años pasando por esa carretera y jamás vi nada.
Aun así, al día siguiente de aquella conversación pedí día libre en la empresa y me fui al pueblo donde me dijeron que nació ese tal ánima de los montes. Llegué allí y nada más preguntar todos me empezaron a dar norte sobre aquella historia. Un hombre mayor de unos 72 años fue el que me aportó más luz sobre aquello. Me dijo que era un hombre muy pobre que se iba a cazar por las noche de forma furtiva para poder llevar algo de comida a su casa, pero su muerte aconteció cuando le atropellaron una noche de hace 40 años al venir por las oscuras carreteras. Con aquellos datos me fui al ayuntamiento de ese pequeño pueblo y pedí, aunque me costó que me hicieran caso, información sobre aquel hombre. Finalmente, una mujer que trabajaba allí, conmovida por lo que le conté, tiro de archivos y me aportó un nombre, Juan Fraile Roldán.
Con esos datos me fui al cementerio, pues el señor mayor que habló antes conmigo, me dijo que había una fotografía en su tumba. Pregunte al sepulturero y me indicó de inmediato donde estaba su tuma, pues debía ser muy conocido.
Durante minutos pensé si verdaderamente quería ver aquella tumba, pero finalmente lo hice y se despejaron todas las incógnita, la foto de aquel hombre me erizo el pelo, era él, la persona que me ayudó aquella noche era él, y lo hizo con la misma ropa que lucia en la foto de aquella tumba. De no ser por Juan Fraile Roldán,  no me habrían encontrado nunca, aquel señor me había salvado la vida. Cuando estaba a punto de irme de allí, me llevé otra gran sorpresa que me hizo comprender porque en la llamada a los servicios de emergencia aparecía mi número de teléfono aunque  había perdido el teléfono. Detrás de la tumba, empezó a sonar una música, la melodía de mi móvil. Empecé a excavar con mis manos y allí estaba, el móvil que se perdió el día del accidente estaba allí sonando 8 meses después de aquel suceso. 

martes, 20 de septiembre de 2011

DEMOLICIÓN HISTÓRICA

Como mucha gente sabe, el llamado ¨hogar de los niños¨ ha sido demolido. Ese edificio, de gran antigüedad, se encontraba en muy mal estado y sus propietarios resolvieron que lo mejor era demolerlo para evitar ningún tipo de accidente.
Ese edificio, que los de mi generación conocemos como la lechería, fue también un hogar que en tiempos de la guerra civil española acogía a niños huérfanos. Sin duda, no ver ese edificio se nos va a hacer raro pues incluso estando vetusto tenía una gran elegancia. Ahí os dejo algunas fotos.

El edificio que lucía así antes de ser demolido, fue perdiendo su figura inhiesta.





La pala de la máquina encargada de hacer caer el viejo edificio se mostraba implacable, pero él aguantaba y parecía resistirse, era como si no quisiera caer después de toda una vida con nosotros.

Poco a poco se iba apreciando la desnudez del edificio.
Este hogar de los niños albergó a centenares de jóvenes que tras quedarse solos en el horror de la guerra eran mandados a nuestro pueblo para recibir una formación y no quedar desamparados.
Hace algunos años se reunió a parte de esos niños de ayer en un acto muy solemne, algunos contaban cosas terribles de las experiencias vividas en una casa donde la disciplina, casi militar, y el culto al régimen eran la tónica dominante.
En alguna entrevista, algunas de esas personas cuya infancia se desarrolló en este hogar de los niños nos habló de malos tratos.


Sin embargo, algunas otras personas que fueron internadas en este hogar de los niños se sentían satisfechos de haber recibido una formación que les ha servido para la vida. Hay historias para todos los gustos.

Espectaculares nubes de polvo daban un aspecto aun más lúgubre y triste a la caída de un inmueble emblemático y que forma parte de la historia de Nerva.
Ya casi está totalmente derruido y solo quedará un inmenso solar en el que, a la vuelta de unos años, quizás veremos cualquier otra construcción que haga olvidar definitivamente este ¨hogar de los niños¨  o la vieja lechería.
No será fácil habituarse a ver el vacío que dejará en el lugar donde siempre estuvo.



domingo, 18 de septiembre de 2011

SENTADO AL SOL DE LA TARDE


Paseando en una tarde en la que el calor había bajado un poco, reparé en una imagen que me llamó poderosamente la atención. Era un anciano sentado en un banco y cuyo rostro  reflejaba el paso de la vida en las personas.
 Aquel hombre tenía una mirada amable y desprendía ternura, pero su rostro también era la prueba evidente de que su vida no había sido fácil, y sobre todo, ese  rostro reflejaba hastío, soledad.
Si, en cierta manera la cara de aquel hombre era el espejo de un alma que ya va llegando a su final. Estoy seguro de que ese hombre en su interior se preguntará  más de una vez, ¨¿Yo que hago ya en este mundo?¨,  y aunque sobren  motivos por los cuales ese hombre debe estar entre nosotros, es evidente que tiene todo el derecho del mundo a sentirse cansado y querer acabar con todo, quizás para reunirse con aquellos que se fueron antes que él.
Poco a poco me fui acercando a ese hombre. No quería perturbarlo ni tampoco ser el samaritano de turno que le da conversación  ni nada de eso. Yo preferí dejarle tranquilo, aunque me gustaba observarle y ver su comportamiento, entre otras cosas porque lo creía un buen ejercicio y pensaba en lo que sería de mi el día que yo tuviera su edad, si es que llegaba.
Mis sospechas de que aquel hombre se sentía solo fueron certificadas cuando desde el lugar que yo ocupaba, le vi sacarse una cartera muy maltrecha con una gomilla que impedía que se abriera y callera al suelo el amplio contenido de la misma. En esa cartera, que abrió con sumo cuidado a pesar de los movimientos de sus torpes manos, había un buen número de fotos que iba pasando poco a poco mientras se le iluminaban los ojos. De repente, se paró más tiempo en una de esas fotos, al tiempo que dos inmensas lágrimas corrían desbocadas por los surcos de un vetusto rostro que maltratado por el tiempo, aun dejaba entrever huellas de la más impresionante sensibilidad.  Empezó a llorar de manera desconsolada al tiempo que besaba una y otra vez esa foto, la foto de su mujer, su fiel compañera y la que habría compartido con él tantas cosas.
Al protagonista de esta historia no le importaba siquiera que pasara gente a su alrededor y no sentía ningún tipo de rubor por llorar la falta de su amada estuviese quien estuviese.
No lo puede remediar y aquella escena me hizo llorar a mí también.  Pensé en muchas cosas, me acordé de familiares que ya no están, de lo que sentiría si me faltara alguna gente en mi vida y demás cosas que se agolpaban en mi mente tras el impacto de ver llorar a ese hombre. Pero sobre todo pensé en el amor que desprendía aquel abuelo  y la pasión con la que besaba aquella foto de su mujer fallecida. Hoy por hoy las personas se cansan y duran dos tardes como quien  dice, por eso, ver  aquel hombre  derramar esas lágrimas por quien habría estado tantos años a su lado, me hizo reflexionar. Tan poco como hoy por hoy aguantamos las personas, con lo fácil que decimos te quiero y lo poco que cuesta decir ya no te quiero…¿Tendré alguna foto que besar el día que sea un anciano tomando el sol de la tarde? 

REFLEXIONES DE UN MALNACIDO


Como muchas otras mañanas, me levanté ese día con ganas de dar un paseo mañanero que me oxigenara el alma tras una noche de insomnio. Desde hace ya muchos años, la tranquilidad de mis noches quedó perturbada para siempre desde que ella, Clara, se fue para siempre.
Dicen que el tiempo cura y borra todo, pero la verdad es que hay cosas que ni tan siquiera el paso de los siglos y los siglos podría borrar.
Aquella mañana, como siempre,  culminé mi paseo en el camposanto, el lugar de tantas y tantas reuniones con ella mientras despuntan los primeros rayos de sol.
Allí, en el más profundo silencio es cuando mi alma más se desgarra con voces que resuenan solo en mi interior. Aun hoy, después de tantos años, no he logrado comprender,  aunque deberia,   el motivo por el cual  el destino la apartó de mi lado.
Siempre que me pongo frente a su lápida, enmudezco y espero que ella me diga algo, que hable conmigo, pero todo es infructuoso, ella ya no puede decirme aquellas cosas que me decía cuando estaba a mi lado, ya no puede acariciarme y decirme que me quiere, ya no puedo yo poner su cabeza en mi regazo y acariciar su pelo durante horas y horas y sentir que el tiempo se detiene.
Desde que ella se fue, sé que he perdido mi otra parte vital, lo he perdido todo. Ella era mi vida, mi razón por la que amanecer cada día, la excusa para seguir viviendo en un mundo que no me gustaba y en el que solo el hecho de estar con ella tenía un verdadero sentido.
Ahora no está y le lloro cada día. Dicen que se puede morir de pena pero no es verdad. Yo tengo un sentimiento clavado en mi corazón que me corta hasta la respiración, pero no me mata, no me lleva con ella, sufro el peor de los castigos, vagar como un alma errante en el mundo de los vivos.
Ya no la tengo y sigo culpándome por ello. Era mía y la perdí, la perdí por quererla demasiado.
¡La maté!  Aquel nefasto día en que mi cabeza tenía tormentas internas...¡ la maté!, pero solo Dios sabe y sabrá cuanto la quiero.

Esta mañana volví a dar otro paseo mañanero, pero los muros de esta cárcel ya no me dejan llagar al camposanto para verla. ¿Me echará de menos?

sábado, 10 de septiembre de 2011

UN MAL SUEÑO

Estaba en casa y el corazón me dio un vuelco, oí un inmenso estruendo que se asemejaba a aquellos barrenos  que antaño se dinamitaban en la mina. Salí corriendo a la puerta de casa para ver si había  humo como antaño  allá por las inmediaciones del cerro colorado, pero no, no había ni rastro de humo y nadie de aquellos que pasaban por las calles comentaban nada de ese estruendo que yo escuché.
Por un momento pensé que la mina había vuelto  a lo que otrora fue, ese generador de ruidos que acompañó el crecimiento de la gente de mi edad y que fue el sustento de tantas y tantas generaciones que, aun no gozando de todas las comodidades de hoy en día, vivían mejor que nosotros porque tenía un trabajo que les aseguraba el llevar una casa con dignidad.
La mina estaba dormida, como siempre. ¨Me lo habré soñado yo, esta claro¨, pensé sin darle más importancia, pero de repente, cuando estaba en el baño, otra vez escuché ese estruendo de antes, ese sonido que a pesar de tantos años sin producirse tan familiar me era. Otra vez salí corriendo rápido a la puerta de casa y otra vez lancé la mirada al cerro colorado  gritando... ¨¡Lo ven, lo ven como si que la mina está en funcionamiento!¨.
Pero me quedé atónito. Otra vez la gente pasaba por las calles como auténticos autómatas que no percibían nada de lo que yo había oído. Otra vez, por más que agudizaba la vista no se veía el más mínimo rastro de humo en la calle, no había ningún indicio que hiciera pensar que lo que yo había oído era cierto, que la mina estaba en plena vorágine productiva.
Tras aquello me quedé pensativo y trataba de buscar una explicación a todo lo que estaba ocurriendo. Yo sabía que había oído aquellos barrenos, pero cuando lo decía a la gente que pasaba por allí me tomaban por loco e incluso hubo quien me miró como dando a entender que yo estaba borracho o algo parecido.
Incluso hubo quien dijo, ¨Si hubiera sido un barreno, además de que lo hubiéramos oído todos veríamos los rastros del humo tal y como ocurría antes¨, dijo un señor que ya de paso aprovechó para contarme alguna batallita de cuando él, precisamente, era barrenero en la mina.
La verdad es que yo no escuché nada de lo que comentaba aquel señor y me seguía resistiendo a que todo aquello fuera producto de mi imaginación.  Salí al centro del pueblo, pregunté a todas las personas que me iba encontrando y todos me decían lo mismo, nadie había oído nada, incluso algunos se reían y me decían que, no solo no habían escuchado los barrenos, sino que jamás los volverían a oír porque la mina ya era solo una especie de museo sordo que se pudre en el tiempo.
Lejos de darme por vencido no me lo pensé dos veces y me fui a las instalaciones mineras. Quise comprobar de primera mano que verdaderamente yo estaba equivocado. Me paré en la zona del mirador y con unos prismáticos trataba de encontrar algún movimiento, algún indicio de que había actividad en la mina, aunque solo el sepulcral silencio, roto únicamente por el paso de algún que otro coche en dirección a la sierra, ya era un claro indicador de que, efectivamente,  lo que yo había vivido fue un sueño, pues la mina estaba dormida, luciendo su más fantasmagórica imagen, sumida en el más desesperante letargo que era también el letargo de una comarca que moría sin más por no tener visos de futuro.
De vuelta a casa seguía pensando en aquellos barrenos que escuché. Había sido todo tan real que, aunque había comprobado con mis propios ojos que la mina yacía inerte, me resistia a aceptarlo. De repente sentí un fuerte golpe por detrás que me echo fuera de la carretera. Sin poderlo evitar me iba contra una de las paredes de la trinchera y aunque intenté controlar el coche por todos los medios, solo conseguí dar un volantazo que hizo que me metiera en el carril contrario por donde venía un inmenso camión cuyo claxón era la señal que anunciaba una tragedia inevitable.
En ese momento...¡Desperté!
Sí, todo había sido un mal sueño y me encontraba sudoroso en la cama pero absolutamente ileso. En ese momento escuché un barreno. Salí corriendo como alma que lleva el diablo y...¡Sí señor!, se veía la inmensa columna de humo por el cerro colorado. En todos los sentidos todo lo vivido había sido un mal sueño. La mina estaba como siempre, en pleno apogeo, siendo  el auténtico titán que sustenta esta comarca. Todo había sido una fatal pesadilla de la que afortunadamente desperté.

jueves, 8 de septiembre de 2011

ELEGIR UNA MUERTE MEJOR


Verse en una situación límite debe ser algo terrible que espero que ojalá nadie tuviera que vivir, pero la verdad es que la vida está llena de este tipo de situaciones que mucha gente ha tenido que sufrir en guerras, conflictos, catástrofes, accidentes y demás.
Hay quien tras una situación de esas en las que crees que todo se acaba, al final sale ileso y vive para contarlo y para poner los vellos de punta a los demás.  Hay otros cuya situación no podrá ser contada por ellos  mismos porque perecieron, pero su historia es sabida por el resto del mundo porque fueron inmortalizados. Eso es lo que refleja la foto que os he puesto al principio de este post, una foto que en estos días vuelve a ser muy comentada tal y como ocurre cada vez que va  llegando el 11 de septiembre, el día fatídico en el que el orgullo americano se vio herido tras ser destruido todo un símbolo de fortaleza y riqueza de américa. El World, Trade Center.
La foto, sin duda una foto que ofrece el debate de si debió de ser publicada o no, es una imagen desgarradora de alguien que, estando en el umbral de la muerte sin solución alguna, solo le quedó  decidir sobre la manera menos traumática de morir.
Es una terrible decisión que se toma en segundos, morir quemado o axfisiado por el humo,  o morir tras sufrir el impacto contra el suelo tras una caída de más de 400 metros de altura.
Como digo la foto es terrible, toda una muestra de resignación, o por el contrario, toda una muestra de fe de alguien que quizás pensó en algún milagro al lanzarse por aquella ventana de la torre norte. Si lo hizo por salvarse o por morir de una mejor manera eso nunca los sabremos, lo que sabemos, lo que podemos imaginar, después de todo lo que se ha hablado y se ha escrito sobre el 11S, es el calvario que tuvieron que vivir la gente que se vio atrapada en esas torres donde iban cada día a desarrollar su trabajo o donde iban para hacer gestiones necesarias.
Hay imágenes que también son de lo más repetido cada año por estas fechas, como por ejemplo el segundo de los aviones entrando de lleno en uno de los edificios, la caída de las torres como cuál castillo de naipes, etc.
Son muchas imágenes que se repiten cada septiembre, pero imágenes que a pesar de haber visto la luz  en millones de ocasiones nos siguen pareciendo estremecedoras.
Tal y como se ha publicado en algunos medios, el hombre que se ve callendo en la foto tiene nombres y apellidos que han sido desvelados. Todo parece indicar que se trata de Jonathan Briley, un hombre de 43 años que trabajaba en un restaurante de la torre norte.
La verdad es que aunque sepamos el nombre, Briley siempre representará a todos y cada uno de los que murieron en aquella masacre del 11 de septiembre de 2001, el día en el que el mundo entero se concentró ante la pantalla de un televisor para ver lo que ocurría, algo que demuestra que la realidad supera la ficción, ya que si todo lo ocurrido me lo hubieran puesto en una película de cine, habría abandonado la sala diciendo...¨¡Vaya exageración!

domingo, 4 de septiembre de 2011

LOS NIÑOS DE LO INHÓSPITO

 Los niños que cada año nos visitan en la época estival procedentes del Sahara, son niños que con el paso de los años nos han dejado una huella importante  en el corazón a muchos de los nervenses que hemos tenido oportunidad de convivir con ellos, de conocerlos, de saber como son interiormente. Muchas personas hemos podido comprobar que estos niños, llegados de uno de los lugares más inhóspistos de la tierra, son almas bondadosas que a pesar de no tener de casi nada de lo que otros niños de su edad tienen en cualquier parte del mundo, nos dan lecciones de humanidad, madurez y conformidad. Ellos, a pesar de que cuando vienen aquí pueden disfrutar de unas condiciones de vida que jamás encontrarán allá donde viven, siempre tienen la cabeza pensando en la vuelta, donde están  los suyos, donde está su familia, con la que quieren convivir a pesar de las muchas calamidades con las que se enfrenten cada día. Ninguno de estos niños, por muchas carencias que tenga, cambiaría el calor del desierto con temperaturas de hasta 50 grados, ni nada de su mísera vida, por todos los lujos posibles viviendo lejos de los suyos. Por eso siempre hay que saber que aunque se les de todo el cariño del mundo, por mucho cariño que les tengamos y que ellos nos tengan, por muchas cosas buenas que se les ofrezca, solo tendrán una respuesta si les preguntamos si quieren quedarse con nosotros en España, y esa respuesta es ¡No!  Siempre dirán que no porque estas inocentes almas conocen las inmundicias que les  rodean desde que nacieron y es allí donde ellos esperan desarrollar su vida al lado de los suyos,  siempre con la esperanza de que, algún día más pronto que tarde, la situación cambie y ellos dejen de ser los desamparados del Afríca, aquellos que un día tuvieron que salir de sus casas y de sus tierras para tener que subsistir sin nada donde nada hay, donde la tierra no es fértil, donde el agua escasea o es un lujo tenerla cerca, donde se duerme y se vive en pequeñas ¨Jaimas¨ con la arena como habitual pavimento. Sí, la gente del Sahara viven en las condiciones más deplorables del planeta, algo que sucede ante la mirada pasiva de toda la comunidad internacional y de gobiernos como el nuestro, el español, el primero que mira a otro lado ante una incómoda situación de la que también es muy culpable.
En algunos lugares se hacen guerras enarbolando la bandera de los derechos humanos, aunque todos sabemos que las armas se movilizan allá donde hay intereses. Lo del Sahara sí que es un atentado contra los derechos de personas inocentes, pero nadie hace nada, aquello es un campo de melones que no interesa a nadie, por eso nadie hace ni hará nunca nada.
La asociación Nerva solidaria realiza un gran trabajo para poder coseguir que algunos de esos niños nos visiten cada verano y estén un par de meses lejos de las penurrias del desierto. Estos niños no solo gozán de una vacaciones en nuestro pais, que no es poco, sino que además se les hace una importante revisión médica para velar por la salud del niño/a. Este programa vacaciones en paz es más que unas vacaciones, es la oprtunidad de que pequeñas criaturas conozcan que en el globo terraqueo hay una manera diferente de vivir, lejos de lo inhóspito, lejos de los rigores de la vida que les ha tocado en suerte...¡Por decir algo!
En el corazón de muchas personas de nuestro pueblo estarán grabados para siempre muchos nombres que, a pesar de lo dífícil de su pronunciación, ya no olvidarán jamás.  Las familias que han tratado con estos niños  han podido descubrir  lo que son capaces de dar estas criaturas. Los niños y niñas que gozaron  de una familia de acogida, sea cual sea su destino, sea cual sea el camino que les toque seguir en la vida, siempre tendrán también en el recuerdo las caricias, el desvelo y el amor de muchos nervenses que le dieron todo cuanto tenían, un amor que estarán dispuestos a darles también a los que vengan.

Por un SAHARA libre: Javier Campos Castillo. Con especial recuerdo a Sanaha.



sábado, 3 de septiembre de 2011

findelavida@edeen.es (Ficción)


Siempre he sido una persona de ideas fijas y de carácter impasible. Yo jamás me dejaba llevar por sentimientos de ningún tipo. Frio y calculador, siempre he mantenido que dos y dos suman cuatro y no hay más vuelta de hoja. Jamás me impresionaron ningún tipo de historias relacionadas con milagros, casualidades, fatalidades y demás. Soy, o era, ese individuo que piensa que el destino no juega en campo de nadie, que el éxito o el fracaso está siempre relacionado con lo que se ha hecho bien o lo que se hecho mal.
Quizás por ello me había convertido en un ser un tanto abominable e incapaz de ver el sufrimiento ajeno. Si alguien atravesaba malos momentos, por las razones que fueran, categóricamente pensaba que esa persona se lo había buscado.
La gente empezaba a despreciarme y yo pensaba que el problema era de ellos, que no sabían apreciar la amistad de un hombre que camina por la vida con rectitud. Mi matrimonio se deshacía por momentos y pensaba que mi mujer, no aguantaba la presión de tener que convivir con un hombre que considera que su trabajo es lo más importante. En fin, en todos los problemas que se me iban amontonando, yo nunca era el culpable.
Cierto día, estando como de costumbre en mi trabajo, al abrir el correo electrónico me encontré con un mensaje en la bandeja de entrada que rezaba lo siguiente; findelavida@edeen.es.
Pensé en borrar dicho mensaje directamente, pero…no sé,  quizás por curiosidad, lo abrí.
El texto del mensaje decía lo siguiente:
¨Muchas han sido las oportunidades que has desperdiciado para ser alguien mejor. Eres un hombre culto, inteligente, autosuficiente y de una fuerza arrolladora, pero solo has utilizado estas cualidades para convertirte en una persona arrogante, despreciable y que nada quiere saber de los demás.
Tenías potencial para haber sido un vinculo de ayuda para la gente que lo necesita pero tú, solo has pensado en ti cada momento. Por ello, se acabaron las oportunidades, llegaste a tu final¨.
Cuando leí aquello me partía de la risa, pero de repente me entró un dolor implacable en el pecho que me dejó sin respiración. Recuerdo que hubo gente que al oírme, entró rápidamente en mi despacho a auxiliarme. Yo, en medio de esa situación angustiosa, mire hacia la pantalla del ordenador, entonces comprobé que el mensaje había desaparecido.
Me llevaron a urgencias, estuvieron todo el día haciéndome pruebas de todo tipo. Finalmente cuando fueron a darme los resultados, un médico de unos 52 años me dijo de forma poco elegante, como lo hubiera hecho yo, que tenía los días contados.
Yo sufría, según las pruebas, una metástasis muy extendida con daño de los principales órganos vitales. ¨Tiene usted cáncer¨, me dijo el medico como si de los resultados de un partido de fútbol se tratara. Mi tiempo era de poco más de 6 meses de vida.
Salí de allí con mi prepotencia habitual, pensé en buscar rápidamente una segunda opinión, la de mi médico de toda la vida. El diagnóstico fue el mismo, tenía un pie en la sepultura.
Se me vino el mundo encima. Yo, el hombre arrogante e incapaz de derramar una lágrima, lloraba sin consuelo pensando que mi vida expiraba. Entonces pensé en aquel correo electrónico que recibí. Mande del orden de cien mil e-mails a esa dirección pidiendo clemencia y no recibía contestación alguna. Me estaba volviendo loco.
Durante cinco semanas permanecí encerrado en mi habitación con la vista clavada en el ordenador,  esperando un mensaje de clemencia de aquella dirección, findelavida@edeen.es, pero no había nada en mi bandeja de entrada.
A los dos meses, cambié el chip de mi vida. Empecé a valorar las cosas, comencé a entender lo que era el sufrimiento. Hace un año, despedí a un hombre porque tras la muerte de uno de sus hijos, atravesó una depresión importante que le hacía rendir en el trabajo en menor medida. Llamé a ese empleado y me contó que estaba poco más o menos que en la ruina, ya que a su edad ya no le contrataba nadie. Le dije que se presentara en mi oficina y le hice jefe de personal. Otra empleada, me pidió en tiempos una excedencia para poder cuidar a su hijo con problemas graves de salud y gracias al favor de unos jueces tan despiadados como yo, no se la concedí pero la puse de patitas en la calle a los pocos meses porque no quería tener a alguien que siempre estuviera con problemas. Inmediatamente la llamé, le dije que me disculpara por todo lo ocurrido y le propuse que volviera a trabajar cuando quisiera.
Le repuse el sueldo de cada mes que había estado ausente desde que dejó el trabajo, me contó que su hijo había muerto pero que cuando consiguiera superarlo, regresaría.
Así, poco a poco, fui intentando reparar el daño que había hecho. No lo hacía por miedo a que cuando llegara al más allá me pidieran cuentas, lo hacía porque ahora que yo atravesaba tanto sufrimiento, había podido darme cuenta de lo importante que es tener a alguien que te ayude y te seque las lágrimas.
Mi relación de pareja, que hasta antes de mi enfermedad, pendía de un hilo, se había afianzado poderosamente. Ella, mi mujer, a la que nunca valoré, se había convertido en el pilar más importante de mi vida. Ella se colocó el mono de trabajo y me lidió en todo lo que fue el proceso de mi desesperación. Siempre estuvo ahí, sin pedir nada, llorando a la vez que yo, convirtiéndose en mi sombra y dándome todo el cariño que en ese momento necesitaba. Mi vida, ahora que se acababa había cambiado, era otra persona, en 5 meses había sentido más felicidad y paz interior que en toda mi vida. No hay mal que por bien no venga, me moría pero por dentro me sentía más vivo que nunca.
A los seis meses después del diagnóstico médico, estaba ya en las últimas. No comía, prácticamente no bebía, me retorcía de dolores, no podía más. Le dije a mi mujer que abriese mi ordenador y que mandara el siguiente mensaje:
¨No reprocho nada.  Doy las gracias por haberme hecho comprender la clase de persona que era. No sé si todo lo malo que hice, lo he podido reparar pero creedme, lo intente hasta con el último suspiro. Perdón por haber sido así, estoy preparado para la partida, lo único que  pido es que cuidéis de mi familia y le deis fuerzas para superar la adversidad¨.  Ese fue mi mensaje enviado a findelavida@edeen.es.
Mi mujer a la par que lloraba, ponía cara de no entender nada, pensaba que era producto de mi delirio.
Dos horas más tarde, la fiebre que tenía, que era altísima, comenzó a remitir. Empecé a sentir una leve mejoría, incluso logré comer un bocadillo y beber un zumo. Poco a poco me iba sintiendo mucho mejor, los dolores iban cesando. Mi mujer, como más tarde me confesó, llegó a pensar en aquello tan típico de la mejoría de la muerte. Sentí que algo estaba cambiando en mi interior. A la mañana siguiente me levante más fresco que una rosa, rápido fuimos al médico para ver si esta mejoría era normal. Tras otro largo periplo de pruebas, el doctor  me recibió en su consulta con cara de asombro.
¨Se que no te vas a creer lo que tengo que decirte pero…¡No hay rastro de cáncer en tu organismo. Técnicamente, estás más sano que el más sano de los mortales!¨
Mi mujer se derrumbo de la impresión, yo me quede tan mudo como cuando me dijeron que moriría, nadie daba crédito a lo ocurrido. Para más seguridad en el diagnóstico, volvieron a repetirme miles de pruebas y todas eran concluyentes, negativo, no había tumor.
De esto hace ya dos años, nunca más volví a tener una mínima dolencia de nada. Ahora bien, en realidad algo si murió conmigo, mi vida anterior, esa en la que era una persona indolente ante todo tipo de problemas.
¡Ah!, se me olvidaba, tras todas aquellas pruebas que me hicieron y que demostraban que el cáncer había desaparecido, al llegar a casa tuve la curiosidad de mirar mi correo electrónico. En la bandeja de entrada había un nuevo mensaje de findelavida@edeen.es, decía así:
¨Tal y como tu hiciste, nunca es tarde para reparar un error. ¡Enhorabuena!,  disfruta del nuevo ser que eres. Nos vemos en otra ocasión, más lejana!¨
Esta es mi historia, unas letras que deben hacer reflexionar a todos. Siempre hay tiempo de reparar  aquello malo que hicimos. Siempre se puede mandar a la papelera de reciclaje aquello que produce daño. Apuesta por guardar en el archivo de tu corazón las cosas que producen felicidad y por supuesto, reenvía a los que más te necesitan esos mensajes de esperanza.