Daría lo que fuera necesario por meterme en tu cabeza y saber qué piensas, que valoración haces después de casi dos décadas de nuestra separación.
Ambos fuimos muy felices, pero quizás por la edad, siendo tan joven, tú pensabas que la vida aun podía ser más de color de rosa, aunque la nuestra fuera agradable, salvo pequeñas rencillas que, cómo habrás podido comprobar, existen en cualquier relación que se afronte.
Tú, siendo tan niña dabas demasiada importancia a cosas que realmente no la tienen, pero hoy habrás llegado a la conclusión de que la vida de pareja es algo más que un sueño idílico del que no quieres despertar. La vida en pareja, es tener que pasar buenos y malos momentos, es pasar dificultades que cuando se superan te hacen más fuerte.
El verdadero amor no es aquel que va ser una balsa de aceite en todo momento, eso no existe, pues no hay pareja que no haya estrechado sus lazos más fuertemente si no ha tenido altibajos.
Pensaste que decir, ¨si quiero¨ en un altar, no era más que algo que se dice en el momento y que se puede cambiar después, a las primeras de cambio.
Me dijiste en su momento que estabas decepcionada, quizás porque tu castillo de princesa y tu sueño de vivir con un príncipe azul quedó desmoronado por el rigor y lo categórico de la realidad. Yo, algo más mayor que tú, aunque solo unos años, te dije que algún día recordarías lo que juntos vivimos y te darías cuenta de que lo nuestro, en verdad era especial, era lo que hoy querrías volver a tener después de vivir en tus carnes la crueldad de otras relaciones que hacen que la nuestra fuera de verdad.
Yo te quería como a nadie había querido en el mundo. Te idolatré tanto que, a pesar del dolor que me produjeron tus palabras, siempre alimenté la idea de que volvieras a mis brazos, porque pensaba que cuando vieras el mundo real y te dieras cuenta de que cada abrazo mío era el más sincero, volverías reconociendo que separarnos había sido un error.
Sin embargo eso no ocurrió. Fueron largas noches de espera e insomnio que nunca sirvieron para nada, porque por más que te esperaba cada noche durante muchos años, nunca volviste, nunca hubo un llamada que dijera… ¨Ven, volvamos a empezar¨.
Todo ser humano llora hasta que ya no le quedan lágrimas, todos soportamos dolor hasta que llega un momento en el que nuestro cuerpo se habitúa y deja de sufrir, se hace inmune. Yo, creo humildemente que lloré muchas veces sin motivo, no solo por la pena de que me dejaste, sino porque en mi mente me sentía culpable de todo, cuando mi único error fue quererte, quererte tanto como para creer que tu sufrimiento era mí culpa, aunque a nadie le importara el sufrimiento mío.
Ya ves, la vida es así de caprichosa en cada vuelta que da. Durante muchos años imploré a Dios para que volvieras y ahora, cuando ya no quiero que vuelvas, cuando ya me curé la adicción a ti, ahora tengo la impresión, aunque puedo estar equivocado, que me echas de menos, que piensas que nunca debiste dejarme porque con el tiempo, has sabido que nadie te quiso como te quise yo.
Eso es lo malo, a veces nos damos cuenta de las cosas cuando ya es demasiado tarde o queremos subirnos al tren cuando está en marcha y ya no hay retorno, sin pensar que cuando estuvo parado no pensamos en tomarlo.
Puede que esto parezca una dulce venganza, una forma de decir al mundo que yo tenía la razón. No, esto no es más que una reflexión que incluso a mí me duele, porque aunque nunca te importara mi dolor, ni aquello por lo que estaba pasando, a mi si me importa que la vida te haya tratado mal.
Ya es tarde, está claro, no puedo quererte porque ahora hay alguien que supo entenderme y recibir de buen agrado todo lo que he sido capaz de darle, devolviéndome a cada segundo, una reparación a años de dolor con solo un beso y un te quiero...eso que a ti tanto te costaba.
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