La mañana ha levantado de una manera especial, es como si le hubiera costado más despuntar a las primeras luces del día, es como si todo lo que rodea o tiene significación con nuestro entorno quisiera permanecer en oscura luminosidad como símbolo de tristeza que embarga a los corazones de todos.
Las calles permanecen en silencio desde hace varios días, una señal de que aquello que se dice de que la vida continúa, puede que sea verdad, pero al menos durante unos días aquí va a costar recuperar la normalidad, va a costar entender que haya un hueco en nuestras almas donde sólo se aloja la pena, un vacio en nuestro corazón que hace que las personas al cruzarse se miren unas a otras y no haga falta hablar, pues al buen entendedor con pocas palabras basta.
Hoy es una mañana más y ya van unas cuantas, donde desde los primeros albores buscamos respuestas que no encontramos, hacemos preguntas que nadie nos contesta. Somos vulnerables, muy vulnerables, eso es lo único que llegamos a entender.
En cada rincón del pueblo se recuerda a quien se fue de una manera especial y distinta.
Ciertas personas dejan huella por su manera de ser, siempre entregados a los demás, siempre siendo artífice de muchas de las cosas que se llevan a cabo en cada lugar, por eso, todos recuerdan y recordarán siempre a quien siempre estaba para entregar su corazón, para dar todo lo que tenia.
El tiempo pasará, eso es claro, siempre lo hace de manera inexorable, pero aunque así ocurra, nunca el recuerdo de aquel cuya partida dolió sobremanera caerá en el olvido. Puede, porque es ley de vida, que todos sigamos adelante con nuestros avatares, pero eso no impedirá que cada nervense lleve una erosión en su corazón y una herida en el alma que difícilmente podrá nunca cicatrizar, pues por mucho que pase el tiempo y por mucho que los días vayan amaneciendo con otro color distinto a esa oscuridad que hoy siembra de luto todo los rincones, siempre llevaremos grabado a fuego la imagen de ver cómo hay que dejar en el ¨huerto de almas¨ una de las semillas que más frutos de alegría y amistad ha dado a todos.
Siempre se han oído frases que cuesta entender, como cuando se dice ante la implacable llegada de la muerte que es ley de vida, pero lo que debería ser una ley a cumplir es que las personas no deberían marcharse de manera prematura, no deberían dejar corazones huérfanos que quedan destrozados para siempre aunque el mundo siga con su curso rutinario.
Otra máxima que no debería de producirse nunca es que una madre o un padre, con parte de su camino andado y muchas vivencias sufridas por el desgate de la vida, tenga que ver partir a un hijo para no regresar jamás. Si hay algo que supera al dolor que supone la muerte de alguien que no ha cumplido con su ciclo ni de lejos, es ver el alma rota y el desgarro de una madre llorando al ver que se marcha aquel por el que daría la vida.
La vida es así, dicen, pero yo no puedo entenderlo.
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