jueves, 3 de mayo de 2012

MI TIERRA PIERDE SUS HIJOS



Mi tierra va perdiendo a sus hijos. El mineral que fuera los caudales de bondades se ha secado  para siempre y aunque suenan cantos de sirena ya nada será como antes.
Dicen que otra vez volverá la sonrisa a la faz de mi gente, pero ya no creo en nada, solo sé que la pena y las necesidades se apoderan del lugar que dio esplendor a todos los que ahora olvidan aquellos años de bonanza que sirvieron para ennoblecer a unos y engrandecer a otros.
Hoy se olvida todo lo que esta tierra dio,  se olvidan las fatigas de hombres que se hipotecaron bajo tierra para que nada faltara en sus casas, se olvida y se falta a quien entregó su vida cumpliendo con los deberes de minero aguerrido que trabajaba para que el vómito de ganancias de distinguidos señores no se parara.
Antes había trabajo y se empeñaban los pulmones para comer, hoy se vive  gracias a la limosna que se concede a quien no tiene la oportunidad de sacrificarse por los suyos.
Y siguen las voces levantando falsas esperanzas que son como espejismos que después se desvanecen. Volver a ser lo que fuimos es el argumento de quienes no han reparado en quien ya no tiene nada y se resiste a huir del lugar en el que forjaron su mundo. Palabras que se lleva el viento, ilusiones que cuando se disipan producen llagas en el alma de una comarca desgastada por las mentiras que nadie castiga.
Los rojos evocan la sangre de los mineros que perecieron, los amarillos simulan el oro que de las entrañas de estos lares se sacaron. Miles de colores que como cual arcoíris quieren simbolizar un tiempo mejor, sin negros nubarrones que tapen el sol de las oportunidades para todos. Pero siempre hay tormenta, siempre hay malos vientos que terminan llevándose el menor atisbo de prosperidad. El latido de las minas suena a hueco, a golpe con eco que evoca gran vacío en la inmensidad, a silencio sepulcral que se mezcla con el silencio de las almas que se van para siempre, suena a nada.
La eterna torva que siempre dispensó porvenir como justo premio al trabajo está parada en el tiempo sin que nadie la cargue otra vez de esperado bienestar.
Esta tierra pierde a sus hijos, aquellos hombres  y mujeres que sin volver la vista atrás hubieron de olvidar raíces, sentimientos y lazos de unión para buscar un lugar mejor en el que llenar la despensa de sus mentes, vacías de razones por las que seguir condenado en un territorio que dejaron morir. Los hijos de esta tierra, aquellos que se fueron, buscaron nuevos horizontes y siempre miran al sur con pena, con la tristeza de no ver cada mañana ese rojizo margen que siempre acompañó la mirada de los de aquí. Los hijos de esta tierra que se fueron, lo han perdido todo, pero en su interior aun albergan la posibilidad de volver y poder encomendar otra vez sus vidas al eterno mineral que está en el interior y que no siempre es sinónimo de estabilidad. Esos hijos que pusieron rumbo a cualquier otra parte esperan que la justicia les de aquello que siempre fue patrimonio de los de aquí, trabajo a cambio de honrado sudor que se pague sin más engaños ni mentiras. 

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