Hoy me crucé contigo por la calle y nuestros ojos ni tan siquiera hicieron el mas mínimo esfuerzo de buscarse. ¿Cómo es posible?, ¿Qué hicimos para llegar a esta situación?, ¿Acaso lo vivido no merece... aunque fuese por cortesía... un hola, un adiós?
Desde hace tiempo, somos dos personas que no comulgamos el uno con el otro absolutamente en nada, sin embargo en algo si que coincidimos, los dos sentimos la mas cruel indiferencia. Sentir indiferencia, cruzarse con alguien y reaccionar de la misma forma que si te cruzas con un desconocido, es el mas inequívoco signo de que ya no nos importamos y... ¿sabes?, yo hubiera preferido otra reacción.
Como dice la canción de Dyango, ¨Ódiame por piedad yo te lo pido, ódiame sin medida ni clemencia, hoy yo quiero mas que indiferencia, porque solo se odia a lo querido¨.
Sí, rotundamente sí, hoy hubiera querido sentir odio hacia ti, o que tu me hubieras reaccionado con desprecio. Al menos así, nuestras miradas se habrían cruzado. También hubiera querido que al cruzarnos, nos hubiésemos saludado, hubiésemos esbozado un... ¿Qué tal estás?. Parece que eso es demasiado pedir. Los seres humanos somos tan despreciables, que olvidamos todo lo bueno vivido y tan solo nos quedamos con aquello negativo. Cómo puedo yo ser indiferente ante ti, o tú ante mi, si hace no mucho tiempo nos juramos amor eterno y que nadie nos separaría. Cuantas noches en vela pasé, solo para ver tu cara de ángel mientras dormías, agradeciéndole a Dios tenerte junto a mi. Cómo puedes casi rozarte conmigo al pasar y no darte ni cuenta, tú que decías que no podías imaginar la vida sin sentir una caricia mia. Tal vez, esa indiferencia que mostramos el uno por el otro no sea tal. Puede que sea orgullo, esa otra reacción del ser humano de no rebajarse ante nadie. Si, a ti, te da un vuelco el corazón cuando me ves pero al pensar que yo ya no siento nada por ti, tú no vas a ser menos. Entonces aparece ese orgullo del que hablamos y con gallardía desafiante muestras esa indiferencia fingida. Tranquila, probablemente a mi me ocurra exactamente igual.
Hoy después de cruzarme contigo me he dado cuenta de muchas cosas y he llegado a la conclusión de que los seres humanos, por llamarnos de alguna manera, somos muy complicados y nos pasamos la vida preocupados por guardarnos rencores en lugar de asimilar las cosas tal y como vienen y tratar de llevarlas de la manera mas civilizada y correcta. Hoy creo que no es descabellado ni tampoco una bajeza, que cuando una relación se acaba pueda haber una amistad, o una relación llevadera cuando menos, sin desprecios, sin vencedores ni vencidos, sin yo ser mas que tú, ni tú que yo. Si hemos compartido años juntos y tenemos recuerdos maravillosos, ¿No deberíamos quedarnos con eso en lugar de ir siempre con el cuchillo entre los dientes?
Si como dice aquel, la vida son cuatro días, para que pasarlos con ardores en el corazón. ¿Sabes?, la próxima vez que me cruce contigo, me armare de valor, te saludaré y te diré ¨ahí estoy para lo que te haga falta¨.
Si a cualquier persona de este mundo le ofrecería ayuda, también se la daría a quien durante años fue la única ilusión que tuve para levantarme cada día. Créeme, no será una cuestión de rebajarse, me da igual lo que digan, será una cuestión de dignidad.
Cuando la indiferencia y la decepción por alguien nos hace presos, sólo quedan ya situaciones como la que relatas tan cotidianas y tan tristes. Tengo un poemilla que puede complementar tu relato:
ResponderEliminarDECEPCIÓN
Tras el olvido
quisiera yo esconderte,
Tras el callejón de mis llantos
quisiera yo enterrarte,
Y sentirme libre al fin,
Despojarme de esta decepción al mirarte.
Mil errores cometí
En mil sueños te convertí
Y simplemente esperé,
Y tú, ahí quieto sin mirarme.
Te esperé,
Y tú, sin valor para acercarte.
Y de pronto, desperté.
Me decepcioné.
Caminé hacia nuevos horizontes
Y de esperarte dejé.