Hay ciertos asuntos que no solo son nuestros, afectan también a otras almas.
Razones y sin razones.
Si por más que lo intento ya no soy capaz de encontrar una razón para vivir a su lado, ¿Qué sentido tiene que la engañe y quiera seguir con una relación que no existe?
Si por más que hago de tripas corazón ya no soy capaz de soportar nada que venga de ella, ¿Qué sentido tiene que ponga buena cara a toda situación?
Si por más que trato de buscar en mis sentimientos ya no encuentro una razón para ser feliz a su lado, ¿Qué motivo es el que me lleva a condenarme y condenarla con falsas ilusiones?
Si por más que trato de sobrellevar esta relación de la mejor manera, ya no soy capaz de disimular que todo me molesta, ¿Qué razón hay para ocultar lo que siento y negar los dictados del corazón?
Si por más que trato de pensar en los buenos momentos que juntos pasamos ya no encuentro nada que compense lo que ahora estoy viviendo, ¿Por qué razón tengo que apelar a lo pasado si el problema es el presente?
Si por más que quiero decirle que la dejo, no soy capaz de encontrar las palabras ni el momento adecuado, ¿Por qué prolongo más la agonía y sigo aumentando el daño que me hago y le hago?
Si por más que lloro y lloro de arrepentimiento, no soy capaz de encontrar una razón por la que arrepentirme, ¿Por qué he de andar con tanto miramiento y dejar escapar el tiempo que me queda para ser feliz de otra manera?
No sé porque ocurre todo esto, pero lo único que tengo claro es que, si desde un primer momento hubiera sido sincero con ella y conmigo, hoy ya tendríamos superado el dolor y no sería tan inmenso como ahora. Hay cosas que no se pueden postergar, porque aquella herida que no se cura a tiempo, termina desangrando el alma.
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