domingo, 5 de febrero de 2012

MI NIÑA Y MI AMIGO (Ficción)



Hay circunstancias en la vida que te hacen pensar que, tal y como siempre se dice, este paso que todos tenemos por el mundo puede ser una auténtica aventura de situaciones distintas o un devenir constante de acontecimientos que te hacen ir y venir por distintas etapas, incluso por aquellas que ya considerabas pasadas.
La historia que les voy a contar es una demostración de que las personas, siempre tenemos en la mente cosas que difícilmente podemos olvidar, pero que cuando menos te lo esperas te las encuentras otra vez, cuando ya pensabas que las habías perdido para siempre o cuando ya no puedes aferrarte a ellas nuevamente.
En mi etapa adolescente, siempre fui un chaval bastante normal, uno de esos chicos de antes que solo se preocupaban de jugar, oír música, hacer deporte y disfrutar de los amigos, algo normal, aunque no tanto, pues cierto y verdad es que hoy por hoy los chavales tienen una dinámica distinta en cuanto a como desarrollan su adolescencia, ese periplo en el que ciertos temas pueden marcarte para toda la vida.
Casi con 17 años, yo solo estaba por la labor de mis estudios y tratar de divertirme siempre todo lo que podía, para ello no me hacía falta más que mi barrio, con mis amigos y ese entorno en el que me críe.
En ese barrio, yo me enamoré hasta los huesos de una niña que desde siempre me había hecho ¨tilín¨. Ella, cuyo nombre no voy a decir obviamente, era esa niña-mujer que a todos dejaba atónitos, pues a pesar de su corta edad, 12 años, tenía un cuerpo que no dejaba indiferente a nadie, pero sobre todo, era esa chica en la que todos ponían sus ojos pues pensaban que, tanto cuerpo mezclado con la inocencia de su edad, podía ser la panacea de cualquier chaval que supiera engatusarla.
Yo sin embargo, no era del pensamiento de otros chavales de mi edad. Yo la quería desde hacía mucho tiempo y se me removía todo cuando la veía, hasta tal punto que era verla aparecer en el barrio y se apoderaba de mí un nerviosismo especial que me hacía perder la cabeza. Lo que yo sentía era amor, por eso cuando oía hablar a algunos de mis amigos sobre ciertas obscenidades, yo tragaba saliva para no descubrir a nadie que me importaba de verdad, que estaba enamorado.
Ella tenía mucha afinidad conmigo, quizás yo era el único que la trababa con cierta delicadeza, no es que los demás fueran unos bárbaros, sino que todos le decían muchas cosas que, aunque fuesen de broma o cosas típicas de una edad algo calenturienta, a ella no le hacía sentir muy bien.
Hablábamos mucho, siempre decía que le encantaba oírme hablar de cualquier tema, algo que denotaba que, aunque solo tuviese 12 años, en el fondo tenía más madurez que cualquiera de nosotros, lo que demuestra que las niñas maduran mucho antes.
Yo me convertí en su amigo especial pero nada más, pues yo nunca fui capaz de decirle todo lo que sentía por ella, aunque por dentro me muriera cada vez que me hablaba de algún chico que le gustaba.
Yo siempre estaba ahí, tratando de darle un buen consejo aunque a veces fuera en mi contra. Estaba claro que hubiera sido fácil echar tierra encima de aquel que a ella le gustaba, pero yo no era así.
Me convertí en su pañuelo de lágrimas y pude ver como al final terminó siendo la novia de mi mejor amigo, aunque lo de novia fueran palabras mayores a esa edad.
Yo tenía el corazón destrozado aunque lo disimulaba bastante bien.
Ella, la niña de mis sueños, la chica que hacía sentir cosas inexplicables y la que yo había cuidado con todo el celo del mundo, acabó entre arrumacos y besos de adolescentes, los más bonitos, con la persona por la que también hubiera dado lo que hiciera falta, mi mejor amigo, cuyo nombre tampoco voy a decir.
Aquellos tiempos no eran fáciles para mí. En casa me pasaba todo el día escuchando música que me recordaba a ella, estaba siempre llorando y lamentando no haber sido capaz de decirle que la quería. Estaba tan triste y abatido que mi madre, porque las madres se dan cuenta de todo, constantemente me preguntaba sobre aquello que me perturbaba, aunque yo siempre callaba o decía que todo estaba bien, que no tenía que preocuparse de nada. Recuerdo que una de las veces mi madre me dijo algo así:
¨Uf, tú lo que tienes es mal de amores, pero tranquilo, eso se cura¨.
Así eran mis días siendo un mozalbete que aun no había cumplido los 18. En casa siempre alicaído y escuchando las baladas de Scorpions, Whitesnake y algún que otro grupo de esos que tenían canciones que me ayudaban a vaciar y desahogar mis sentimientos. En la calle, siempre sacaba una sonrisa de donde no la había y trataba de ser esa persona de siempre, aunque cuando les veía besarse o abrazarse, bajaba la mirada y sentía la necesidad de desaparecer de este mundo.
Cuando me quedaba a solas con mi amigo, encima me contaba todo lo que hacían cuando estaban juntos, algo que a mí me destrozaba aun más.
Era así, estaba penando por verles juntos y encima tenía que empaparme de todos los detalles de su relación, lo cual me sirvió para darme cuenta de que mi amigo hacía con ella lo que le venía en gana y mientras ella estaba vardaderamente enamorada, él simplemente quería tenerla a su merced.
A veces también me quedaba a solas con ella, pero ya se sabe que las mujeres son más comedidas en ciertos temas. Yo le preguntaba sobre cómo le iba en su relación y ella me decía siempre que le quería mucho, que le gustaría que él fuera de otra manera, pero le quería mucho.
Yo sentía la necesidad de contarle todo aquello que mi amigo me decía para que se diera cuenta de que clase de persona tenía al lado, pero nunca lo hice, hubiera sido traicionar la confianza de mi amigo y haber provocado su sufrimiento.
El tiempo pasó y con sus altos y bajos, con idas y venidas, ellos siguieron juntos.
Cuando hablo de que el tiempo pasó, no me refiero a unos meses, sino que después de muchos años, el curso de la vida decidió que estuvieran juntos, tanto es así que se casaron y se convirtieron en un matrimonio aparentemente perfecto, aunque con muchas historias que contar.
Yo también hice mi vida. Primero me casé y la verdad es que no me fue nada bien. Tras dos años de noviazgo y dos de casados, nos dimos cuenta de que aquello había sido un error, que había barreras insalvables y que estaba demás hacerse el ciego y no querer ver la situación.
Tras algunos años me volví a enamorar y, esta vez sí, creo que encontré la mujer de mi vida, la que me entiende y la que entiendo. Hemos tenido nuestras diferencias y nuestras cosas, como todas las parejas del mundo, pero siempre hemos salido airosos de todas las dificultades que se nos hayan planteado, signo inequívoco de que estamos destinados a hacernos viejitos.
Muchos habrán pensado que al contar todo esto, está claro que aquel amor de adolescencia quedó superado. Pues sí, ciertamente sí, aunque el tiempo, que siempre pone a cada uno en su sitio, aun depararía alguna cosa más.
Después de muchos años de matrimonio y en contra de lo que nadie podía imaginar, mi amigo y la que fue la niña de mi corazón se separaron.
Muchos, cuando se enteraron pensaban que era imposible, imposible que dos almas que se conocen desde chavales se separasen, pero lo que está claro, al menos para mí, es que desde niños esa pareja tenía lagunas importantes, por ello lo sorprendente no es que se separasen, sino que no se separaran hasta ahora.
Así es la vida, un rio que va llevando las aguas de un lado a otro, un cúmulo de circunstancias que se caen por su propio peso aunque sea tarde, aunque nunca es tarde del todo.
Hoy, yo estoy con mi pareja y no la cambio por nada, pero es cierto que todo lo que ha ocurrido ahora, en cuanto a la separación de mi amigo y la que ha sido su mujer, es algo que pedí con todas mis fuerzas, no por ser cruel, sino por el convencimiento de ser yo quien la quería de verdad.
La quise tanto que aun hoy, aunque no cambiaría mi vida, pienso en lo importante que fue para mí y la huella que dejó en mi corazón. Ahora se ha separado, la mujer que me hizo enloquecer se ha dado cuenta de todas esas cosas que se me quedaron por decir, pero yo no puedo hacer nada, no quiero hacer nada, porque aunque la vea y aun se me remueva el alma, ya es tarde, muy tarde.
Así es el devenir del destino. ¿Qué habría pasado si en su momento le hubiera dicho la verdad?, ¿Qué pasaría si ahora le contara toda la verdad de aquello que pudo ser y no fue?, ¿Qué ocurriría si…aun hoy, ella me dijera..., ven?
Son preguntas que probablemente nunca encuentren respuesta y si es así, será porque ahora vivimos lo que nos ha tocado y viviremos lo que nos toque. Por mucho que queramos, el destino nunca se puede cambiar, la vida siempre sigue el dictado que tiene para cada uno de esos seres diminutos del mundo, hombres y mujeres.
Mucho hubiera dado a cambio de que ella se hubiera separado antes, muchas veces pedía que eso sucediera para reparar aquello que no fui capaz de hacer en su día. Sin embargo, ahora que esa situación que tanto anhelé ha llegado, ya no se puede hacer nada. Las cosas hay que hacerlas en su momento o el tren pasa y ya no vuelve.

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